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Enseñanzas de la conversión de Pablo I

En la primera lectura de hoy (Hechos 9, 1-22) de la fiesta de la conversión de San Pablo podemos leer justamente la narración de cómo sucedió aquello, hemos escuchado muchas veces la historia, la caída del caballo, la voz de Jesucristo escuchada por Saulo, etc., también hemos visto estas escenas en imágenes, muchos pintores han querido plasmar este momento de la Escritura. Ahora meditemos en algunos detalles que nos permite conocer Hechos de los Apóstoles.

El primer paso

El Señor Jesús toma la iniciativa y va en busca de aquél que perseguía a los cristianos, busca su conversión, pues tiene en su Plan algo más grande para este hombre, Saulo escucha su voz y le pregunta "¿Quién eres, Señor?" y escucha: "Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues". Como lo hizo con Saulo el Señor Jesús lo hace con cada uno de nosotros, él quiere dar el primer paso y sale a buscarnos, sale a nuestro encuentro y en determinado momento de nuestras vidas aparece, si no es que desde pequeños nos comenzó a buscar, habría que ver como dice el Papa Francisco si es que en nuestra puerta no hemos dejado el cartel "No molestar", porque él viene a tocar nuestra puerta.

Él se presenta, le dice soy Jesús de Nazaret y luego de darle su Nombre le señala la relación que Saulo tiene con él "a quien tú persigues". ¿Cuál es la relación que hoy tenemos con Jesús de Nazaret? ¿Qué nos diría hoy? quizá diría el Señor "Soy Jesús de Nazaret, a quien tú no quieres recibir", o "a quien tú rechazas", o "de quién tu predicas que no existe". Y escuchar esto nos ayudaría a entender lo que Pablo experimentó, se vió comprendido, además de conocido por Jesucristo. Esto nos ayudaría a comprender que Jesús siempre estuvo a nuestro lado, que nos conoce, que sabe de nosotros, que no  es indiferente a lo que vivimos, lo que experimentamos interiormente, entonces lo reconoceríamos como el Señor y lo acogeríamos en nuestras vidas. Esta es la experiencia de Pablo, y ha quedado en la Sagrada Escritura como testimonio de conversión, para que nosotros veamos en ella también una luz para nuestras propias vidas.

¿Qué debo hacer?

Entonces, luego de semejante experiencia no queda más que decir, sólo preguntar por el motivo de aquél suceso, cuál era la razón por la que sucedía todo lo vivido por Saulo y es donde pregunta al Señor "¿Qué debo hacer?" y la voz responde pronto dando indicaciones.

En estos tiempos podría alguien reclamar y decir por qué ahora el Señor no nos habla así como lo hizo con Pablo, dándonos indicaciones puntuales de lo que debemos hacer, reclamamos quizá pautas de acción, claras, como Saulo en ese momento escuchó, olvidando o dejando de lado que en este tiempo sí tenemos aquello que pedimos y está contenido en la Sagrada Escritura, el Señor Jesús, no sólo nos aconseja con su testimonio de Vida y Palabra, sino que nos dice cómo debemos vivir, nos dice qué debemos hacer, como si nosotros preguntáramos ¿Qué debo hacer, Señor? y él allí nos responde, pero nosotros somos los que no acudimos a la Escritura, somos nosotros, entonces no es que él no nos responda, lo hace.

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