¿Qué quieres que haga hoy por tí?

¿Qué quieres que haga por tí? nos pregunta hoy el Señor Jesús, pero esta pregunta la realiza en el contexto de algunas particularidades que hacen mucho más interesante la respuesta del Señor. Leamos el Evangelio...

35 Sucedió que, al acercarse él a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna; 36 al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello. 37 Le informaron que pasaba Jesús el Nazoreo. 38 y empezó a gritar, diciendo: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!»
39 Los que iban delante le increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!». 40 Jesús se detuvo, y mandó que se lo trajeran y, cuando se hubo acercado, le preguntó: 41 «¿Qué quieres que te haga?» Él dijo: «¡Señor, que vea!». 42 Jesús le dijo: «Ve. Tu fe te ha salvado». 43 Y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios.
El grito pidiendo ayuda

El ciego de este pasaje comienza a gritar, dice: "¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!". Lo hace al enterarse que pasaba por el camino en donde estaba sentado, Jesús de Nazaret, entonce es que clama con fuerza. Y en medio de este grito hay un detalle interesante, dice el Evangelio que los que andaban con Jesús, callaban al ciego.

No es acaso interesante ver aquí que ante el grito, clamor de ayuda dirigido al Señor, a muchos "ciegos", de los que tienen ojos pero no ven, que pidiendo ayuda el mundo los calla, y mientras más esfuerzos hacen pareciera que hay algo en contra, una presión de fuera que le molesta, pero ante eso, el ciego persevera, sigue gritando y clamando: ¡Señor escúchame, ayúdame! "ten compasión de mí".

La pregunta

El Señor Jesús, como ya lo ha hecho en otras ocasiones, nuevamente se conmueve, siente compasión, lo atiende, en medio de tanta gente pide que se lo traigan, sale a su encuentro, es pues una oveja que lo llama. Y le pregunta: «¿Qué quieres que te haga?». El Señor que sabe nuestra respuesta en medio de nuestra necesidad nos pregunta, él nos conoce, sabe lo que le vamos a responder y sin embargo igual nos pregunta, porque nos deja pedírselo, somos libres podemos no hacerlo, y él nos pregunta qué quieres que haga por ti, espera que le expresemos lo que queremos, no nos atropella, fácil hubiese sido que desde donde estaba, sin ver al ciego hubiese realizado el milagro, pero él quiere hacerle la pregunta personalmente.

El fruto del encuentro

Fruto de ese encuentro no sólo es el milagro que hace el Señor, que es que el ciego recobra la vista, pues su fe lo ha salvado, como le dice el Señor. Sino, que fue luego glorificando a Dios, pues lo ha reconocido, ahora le ha visto, se ha dado cuenta que la recuperación de la vista ha sido una obra de Dios. Y va siguiendo al Señor dando gloria a Dios. Y hay más frutos, pues la gente al verlo, también alaban a Dios.

Y este es el mayor fruto de la acción de Dios, que por el hecho de haber gritado y pedido la ayuda de Dios (acción humana) el Señor ha salido al encuentro y se ha manifestado en él el inmenso amor de Dios, los demás han visto esto (testimonio) y también, con el que recibe la gracia de Dios, aquél que acude humildemente, reconociendo sus fragilidades e incapacidades, con él, los demás dan gloria a Dios. 

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