"¡Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!" (Mc 8,33). Estas palabras de Jesús a Pedro resuenan con fuerza en nuestro corazón. ¿Cuántas veces, como Pedro, nos hemos encontrado resistiendo los planes de Dios porque no se ajustan a nuestras expectativas? En este pasaje del Evangelio, Jesús nos invita a una conversión profunda: aprender a ver la vida con Sus ojos.
Entre dos miradas: el pensamiento humano y el divino
Pedro amaba a Jesús y quería protegerlo del sufrimiento. Su intención era buena, pero su perspectiva era humana. No podía ver, como Jesús veía, que el camino de la cruz era en realidad el camino de la salvación.
¿Cuántas veces nosotros también, con buenas intenciones, nos resistimos a los planes de Dios porque no los entendemos?
Cuando Dios permite lo que no entendemos
En nuestra humanidad, anhelamos una vida sin cruz, un camino sin obstáculos. Pero Jesús nos enseña algo diferente: que la cruz, cuando es abrazada con amor y confianza, se transforma en camino de vida. No se trata de buscar el sufrimiento, sino de confiar en que Dios puede transformar cualquier situación para nuestro bien. Como nos recuerda San Pablo: "En todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman" (Rom 8,28).
El camino hacia el pensamiento divino
- Tiempo en silencio con Dios: En la quietud de la oración, nuestros pensamientos se alinean con los Suyos.
- Alimentarnos de Su Palabra: La Escritura nos revela el corazón de Dios y Sus caminos.
- Dejarnos guiar por el Espíritu: Permitiendo que Él transforme nuestra mentalidad día a día.
La paradoja del amor divino
La lógica de Dios suele contradecir la sabiduría del mundo. Donde nosotros vemos fracaso, Él está gestando victoria. Donde vemos final, Él prepara un nuevo comienzo. Esta es la paradoja del Evangelio: el camino hacia arriba es hacia abajo, el camino hacia la vida pasa por la cruz.
Algunos pasos prácticos
Cultivar la mente de Cristo requiere práctica diaria:- Examina tus reacciones ante las dificultades.
- Busca ver las situaciones desde la perspectiva de Dios.
- Confía en Sus tiempos y Sus métodos.
- Acepta que no todo tiene que ser entendido para ser abrazado.
Que María, quien "guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón" (Lc 2,19), nos enseñe a ver la realidad con los ojos de la fe. Hoy, pide la gracia de pensar como Dios, confiando en que Sus planes, aunque misteriosos, nacen siempre del amor.
Una oración
Señor Jesús, ayúdame a ver como Tú ves, y dame un corazón como el tuyo para confiar como Tú confías. Amén.
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