Inclinen el oído, vengan a mí: escúchenme y vivirán.
Meditación sobre la primera lectura del Domingo XVIII del T.O.
Parece ser que lo dicho por Isaías en los versículos del 1 al 3 del capítulo 55 se puede leer mejor desde la frase: "Inclinen el oído, vengan a mí: escúchenme y vivirán", que consiste en un llamado a escuchar al Señor, acudir siempre hacia él, que haciéndolo así viviremos.
"Vengan a mí"
Sobre esto, escribe el profeta: «Todos los que tengan sed, vengan a beber agua, también los que no tienen dinero: vengan, compren trigo, coman gratuitamente vino y leche sin pagar nada». Y luego pone la pregunta que sirve mucho para entender esta primera parte: ¿Por qué gastan dinero en lo que no alimenta, y el salario en lo que no deja satisfecho?
Valdría la pena preguntarnos cuanta energía o tiempo gastamos en cosas que no nos satisfacen, en cosas que no nos alimentan. Las palabras "Vengan a mí" reflejan un llamado a lo esencial, es el Señor quien nos dice cuando tengan sed, vengan a mí; cuando necesiten algo, vengan a mí. Es pues una invitación a que el Señor esté presente también y sobre todo en los momentos que pasamos por necesidad, él debe ser nuestra primera opción.
"Escúchenme atentos, y comerán bien".
"Inclinen el oído (...) escúchenme y vivirán". Una gran fuerza del mundo es la bulla, ruido fuerte que calla u opaca la voz de Dios, que con sus ofrecimientos logra tentar al hombre haciendo que quede en segundo plano la Palabra del Señor, que es la guía, la sabiduría necesaria, para que éste viva.
En medio de muchas actividades y ruido es difícil prestar atención, así es que terminamos viviendo a medias, pensamos que haciendo y haciendo, obramos según lo que nos indica el Señor, pero la verdad es que si no lo escuchamos frecuentemente lo más seguro es que nuestras obras sean un reflejo de nuestros deseos más que el cumplimiento del Plan de Dios.
Conscientes de esto, el Señor dice, en boca de Isaías: "Escúchenme y vivirán". La Palabra de Dios nos lleva a la Vida Eterna y una auténtica vida ahora en este mundo, porque nos da los criterios que necesitamos para discernir lo que es mejor para nosotros y para aquellos que están al rededor nuestro.
Parece ser que lo dicho por Isaías en los versículos del 1 al 3 del capítulo 55 se puede leer mejor desde la frase: "Inclinen el oído, vengan a mí: escúchenme y vivirán", que consiste en un llamado a escuchar al Señor, acudir siempre hacia él, que haciéndolo así viviremos.
"Vengan a mí"
Sobre esto, escribe el profeta: «Todos los que tengan sed, vengan a beber agua, también los que no tienen dinero: vengan, compren trigo, coman gratuitamente vino y leche sin pagar nada». Y luego pone la pregunta que sirve mucho para entender esta primera parte: ¿Por qué gastan dinero en lo que no alimenta, y el salario en lo que no deja satisfecho?
Valdría la pena preguntarnos cuanta energía o tiempo gastamos en cosas que no nos satisfacen, en cosas que no nos alimentan. Las palabras "Vengan a mí" reflejan un llamado a lo esencial, es el Señor quien nos dice cuando tengan sed, vengan a mí; cuando necesiten algo, vengan a mí. Es pues una invitación a que el Señor esté presente también y sobre todo en los momentos que pasamos por necesidad, él debe ser nuestra primera opción.
"Escúchenme atentos, y comerán bien".
"Inclinen el oído (...) escúchenme y vivirán". Una gran fuerza del mundo es la bulla, ruido fuerte que calla u opaca la voz de Dios, que con sus ofrecimientos logra tentar al hombre haciendo que quede en segundo plano la Palabra del Señor, que es la guía, la sabiduría necesaria, para que éste viva.
En medio de muchas actividades y ruido es difícil prestar atención, así es que terminamos viviendo a medias, pensamos que haciendo y haciendo, obramos según lo que nos indica el Señor, pero la verdad es que si no lo escuchamos frecuentemente lo más seguro es que nuestras obras sean un reflejo de nuestros deseos más que el cumplimiento del Plan de Dios.
Conscientes de esto, el Señor dice, en boca de Isaías: "Escúchenme y vivirán". La Palabra de Dios nos lleva a la Vida Eterna y una auténtica vida ahora en este mundo, porque nos da los criterios que necesitamos para discernir lo que es mejor para nosotros y para aquellos que están al rededor nuestro.
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