"Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios"
La segunda lectura nos responde con algunas ideas y nos da una clave para comprender ese lugar en donde encontramos la imagen y la inscripción de Dios. [2Pe 3, 12-15, 17-18] Pedro está hablando del día final y ante esto lanza una pregunta ¿Cómo debe ser nuestra conducta en espera de ese momento? Pues en espera de esos acontecimientos -dice el primer papa- debemos esforzarnos en paz ante él, sin mancilla y sin tacha.
Así como nos esforzamos para conseguir aquello que es del César para poder devolvérselo en los impuestos, Pedro nos exhorta a poner nuestro empeño, es decir nuestro deseo en lograr algo, nuestro esfuerzo en conseguir que nuestra conducta sea buena hasta el Encuentro definitivo.
En paz. Implica ese estado en el que vivimos en armonía, con Dios, con nosotros mismos, con todo y quienes nos rodean, vivir así nos da una experiencia de bienestar. Pero esta paz se obtiene de una guerra, no necesariamente aquella entre naciones, me refiero aquí a la batalla interior, esa que libramos con nosotros mismos al conocernos y saber lo que tenemos que limar, allanar, para ser sencillos y mansos.
Sin mancilla. Esto es, sin mancha. Aquella que es producida por el pecado que mancha el don más precioso que Dios nos ha dado, el regalo de nuestra existencia.
Sin tacha. Es decir sin defectos, lo que significa la invitación a un trabajo en nosotros mismos, que somos perfectibles, a cambiar lo que no nos ayuda, alejarnos de lo que no es bueno y acercarnos a aquello que nos hace ser mejores para ser intachables.
Conociendo que todo esto no es sencillo, como tampoco lo es el trabajo por conseguir el dinero, se nos invita a esforzarnos por lograrlo. Todo esto nos hará crecer en la gracia y el conocimiento del Señor y estaremos dando lo que a él le pertenece.
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