Ir al contenido principal

Entradas

I Tesalonicenses 3, 7-13

Encuentro dos temas interesantes para desarrollar en la reflexión de este día. En primer lugar el testimonio de la fidelidad y en segundo lugar la experiencia de rebosar de amor mutuo y a todos. El testimonio de la fidelidad Escribe San Pablo en los primeros versículos: "Hermanos: En medio de todas muestras dificultades y tribulaciones, la fe de ustedes nos ha dado un gran consuelo. El saber que permanecen fieles al Señor, nos llena ahora de vida". La Vida Cristiana, bien lo sabemos, tiene momentos de alegría y dolor, ambas son experiencias que construyen y forman a un verdadero cristiano que procura y se esfuerza en vivir lo que vivió su maestro, el Señor Jesús. Pasamos por dificultades y tribulaciones, y en esos momentos el testimonio de vivencia sólida de la fe de otros nos alienta y nos muestra el horizonte, nos renueva, como dice el Apostol, "nos llena ahora de vida". El saber que nuestros hermanos permanecen fieles al Señor nos llena. Esto es una amista...

Dios le da semilla al sembrador y pan para comer

Hoy Dios nos da consejos claros a través de San Pablo en su segunda Carta a los Corintios (9, 6-10). Hablan por sí mismas, entonces las pondré de manera separada con alguna breve reflexión. "El que poco siembra, cosecha poco y el que mucho siembra, cosecha mucho". Nada queda para decir porque claro está. Nada más dirigir esto intencionalmente hacia la importancia de el cuidado por nuestro trabajo personal, nuestra revisión diaria sobre cómo estamos, sobre lo que hicimos, nuestro examen de conciencia, además de revisar los puntos en los que necesitamos crecer y cuidarnos y tener cuidado en ello. Tenemos que sembrar mucho y para sembrar hay que trabajar la tierra. "Cada cual de lo que su corazón le diga, y no de mala gana ni por compromiso, pues Dios ama al que da con alegría". Nuestro corazón cotidianamente nos impulsa a las obras grandes, buenas, nobles, caritativas, nos dicta buenas iniciativas, y esto debemos hacerlo de buena gana y no porque debo hacerlo, e...

"El susurro de una brisa suave"

Como el susurro de una brisa suave es la oración, el momento de diálogo con Dios. A veces con criterios que no son de Dios, más bien, del mundo, esperamos que la respuesta del Señor ante nuestras peticiones o largos ratos de oración sobre algunos asuntos, sean muy visibles con signos claros, y algo fuerte como para darnos cuenta en medio de nuestro tan atareado ritmo cotidiano, en donde muchas veces nuestra relación con el Señor queda en segundo plano. La primera lectura del día de ayer Domingo, día del Señor, nos da una buena lección sobre este asunto, que creo será una buena pauta para vivir en esta semana. En el libro I de Reyes, hacia el capítulo 19 (19, 9a. 11-13a, para ser exactos), el profeta Elías había llegado ya al monte Horeb, y es en donde le fue dirigida la palabra de Yahveh: "Sal y ponte en el monte ante Yahveh". La idea era que debía esperar el paso de Yahveh. Comienza con el paso de un huracán fuerte, pero en él no está Yahveh, luego viene un temblor, y ta...

Recordando los prodigios del Señor

Hay una gran conexión entre la primera lectura de hoy (Deuteronomio 4, 32 - 40) y el salmo (76), ambas se refieren a los prodigios realizados por el Señor en el tiempo de la peregrinación del pueblo Israel hacia la tierra prometida. Ahora Moisés se pone ante ellos y les dice: "A tí te ha concedido ver todo esto, para que reconozcas que el Señor es Dios y que no hay otro". Más adelante les dirá: "Reconoce pues, y graba en tu corazón, que el Señor es el Dios del cielo y de la tierra", "cumple sus leyes y mandamientos ...para que seas feliz". Alguna vez escuché algo que se me quedó grabado. Que la historia del pueblo de Israel es la historia de todo cristiano, que es rescatado por el Señor y conducido como oveja en el rebaño del buen pastor, el cristiano que terco no quiere avanzar, que se queja ante las dificultades, que cae, y el Señor que muestra su amor dando alimento a su pueblo, acompañándolo y guiándolo con una columna de fuego en las noches y una de ...

Que no seamos sordos a tu voz

Es la antífona que el Salmo 94 de hoy nos presenta: "Señor, que no seamos sordos a tu voz". Ante las hechos de los cuales estamos siendo testigos en estos días al seguir las primeras lecturas, vemos cuan seguido el Señor hablaba al pueblo elegido, a los israelitas, podemos ver que sus manifestaciones eran frecuentes y grandes obras en favor de su pueblo Él hacía. También somos testigos de la dureza de corazón de parte de este pueblo, que ante estas manifestaciones, al encontrarse con una dificultad en el viaje por el desierto no hacía otra cosa más que reaccionar con el corazón, la vista y el oído cerrados. En este contexto cobra fuerza esta antífona: "Señor, que yo no sea sordo a tu voz".