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Las 3 preguntas y las 3 respuestas de Jesús a Pedro

"Le dice por tercera vez: «Simón de Juan, ¿me quieres?» Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas»." (Jn 21, 17) Este pasaje forma parte del evangelio de Jn 21, 15-19  en el cual encontramos las tres preguntas del Señor Jesús a Pedro y a su vez, las tres respuestas del Maestro.  Para entender a fondo la raíz de estas preguntas y respuestas nos viene perfecto dar una mirada a lo escrito por el papa Benedicto XVI al reflexionar sobre estas palabras. La primera vez, Jesús pregunta a Pedro: "Simón..., ¿me amas" (agapâs-me) con este amor total e incondicional? (cf. Jn 21, 15). Antes de la experiencia de la traición, el apóstol ciertamente habría dicho: "Te amo (agapô-se) incondicionalmente". Ahora que ha experimentado la amarga tristeza de la infidelidad, el drama de su propia debilidad, dice con humildad: "Señor, te quiero (...

Él carga con nosotros

Ante la angustia que trae algunas veces los sucesos de la vida el Salmo que meditamos hoy en la Liturgia nos regala un aliento "¡Bendito sea el Señor día tras día! El carga con nosotros, Dios de nuestra salvación". [Salmo 68 (67) 10-11. 20-21]  En donde se nos muestra también 3 actitudes que mucho ayudarán a caminar con Él en dicho trayecto: Bendecir. Memoria. Meta. Hemos aprendido de Él lo que significa la bendición, lo bendecimos porque sabemos lo que significa ser bendito. Cuando hablamos de bendición entendemos que Dios nos ha ensalzado con algo, nos ha colmado de algún bien que nos hace prosperar sea en la salud o en cualquiera de nuestras necesidades. Es bendito, porque nos bendice. El salmista es consciente, además, de todos los momentos en la historia cuando Dios ha cargado con su pueblo, el rescate de la opresión, lo que sucedió con los enemigos que lo perseguían y todas la bendiciones que recibieron a lo largo del camino. Cargar es echar un peso sobre alguien. Hacer...

Cristo nos da paz y valor

En el mundo que vivimos encontraremos luchas, dice hoy el Señor en el Evangelio [Jn 16, 29-33] y de hecho así sucede, al mismo tiempo nos regala dos palabras que encierran cada una lo que necesitamos para enfrentar aquello que a cada cristiano toque vivir. La Paz y el Valor. "Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo". (V. 33) La paz que sólo la encontramos cuando nos acercamos a Él, lo escuchamos, vivimos sus enseñanzas y reposamos en Él, tal como sucedió con los discípulos que vieron cuando calmó la tormenta y las olas del mar agitado al escuchar su voz se apaciguaron. Entendamos la paz no sólo como la ausencia de lucha armada sino también como aquella armonía interior. Ésta es la que obtenemos de Cristo. Y el valor, precisamente la encontramos en quien ya ha recorrido un camino, como el Señor lo dice "¡Ánimo!: yo he vencido al mundo" ¿Quién más nos podría dar el valor que necesitamo...

En busca de una alegría profunda

De dónde viene esa alegría profunda, esa que permanece en el tiempo, que nada ni nadie nos podrá arrebatar.  Pues el Señor Jesús nos responde en el Evangelio de la liturgia de hoy [Jn 16, 20-23] que la fuente de esto que buscamos está en el encuentro con Él, en dejarnos mirar por Él, en ese volvernos a encontrar, volvernos a ver, que hace referencia a un encuentro constante. "pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar." (Jn 16, 22) Este hasta volvernos a encontrar es un tiempo de extrañar, de hacer memoria, de mantener viva una llama entregada, de practicar enseñanzas, pensando en estas palabras "volveré a verlos".

Él transforma la tristeza en alegría

Al finalizar el Evangelio de hoy vemos que el Señor, dirigiéndose a sus discípulos, les dice: "pero vuestra tristeza se convertirá en gozo" [San Juan 16, 16-20] . Y esta es una primera idea que contiene un gran mensaje, sólo Él, Dios, tiene el poder de transformar la tristeza en alegría.  Y el Señor les advierte una dualidad en el ser humano, al decirles: "lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará". Por un lado la tristeza de los discípulos y al mismo tiempo la alegría del mundo. ¿Por qué sucederá esa tristeza? Porque Jesús ya no estará con ellos como lo han tenido hasta entonces. El maestro que anduvo con ellos enseñándoles ya no estará, el amigo que compartió muchos momentos, el médico que curó el cuerpo y el alma, no estará más con ellos.  Esto también hoy lo vivimos cuando Jesús no está, comenzamos a sumirnos en una tristeza que no alcanzamos a identificar fácilmente hasta cuando toma alguna forma en nosotros. Mas el Señor promete una alegría posterior....