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Mostrando entradas de noviembre, 2012

Estar pendiente de su Palabra

Estar pendiente de algo implica estar preocupado, atento en algo que se espera, hay mucha expectativa sobre ese "algo" por esta razón nuestra atención se dirige hacia ello. En el Evangelio de hoy ( Lucas 19, 45-48 ) hacia la última línea se da una clave que llama la atención; además de la actitud del Señor en respuesta a la poca reverencia frente a la casa de Dios, que es una casa de oración, se trata ahora de los sumos sacerdotes, letrados y senadores del pueblo quienes querían hacer algo en contra de Jesús, para quitárselo de en medio y dice el Evangelio que "se dieron cuenta de que no podían hacer nada, porque el pueblo entero estaba pendiente de sus labios". La actitud del Pueblo es la que despierta la atención, ellos tenían expectativa en lo que el Señor Jesús pronunciaba, esperaban su Palabra, estaban pendientes de sus labios. ¿Es esta nuestra actitud? ¿Nos preocupamos por escuchar con atención sus enseñanzas?

Dulzura y ardor

 "...al paladar será dulce como la miel, pero en el estómago sentirás ardor" le dice el ángel a Juan en la primera lectura que meditamos en la Liturgia de la Palabra de hoy ( Apocalípsis 10, 8-11 ), entonces Juan hizo lo aconsejado y experimentó lo descrito, luego de ello se le dijo: "Tienes que profetizar todavía contra muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes". Lo que Juan sintió dulce como la miel era el librito que le fue dicho que se lo coma. Éste es dulce al paladar, pero luego de esa dulzura viene un ardor que es lo que nos impulsa al anuncio, como queda dicho en la misión que se le propone a Juan luego de su experiencia. A él se le invita a profetizar, a nosotros se nos pide anunciar, no debemos quedarnos en la dulzura solamente, se produce el ardor cuando hemos digerido en el estómago, cuando hemos masticado y extraído todos los nutrientes que nos da la Palabra de Dios, ése ardor nos impulsa a proclamar, anunciar.

Ayudar a que reconozcan al Señor

Aquellos que reconocemos al Señor Jesús, como el discípulo amado que lo vio de lejos y le dijo a Pedro y a los demás que estaban con él en la barca "es El Señor", o como Juan el Bautista que ve pasar al Señor a lo lejos y le indica a sus discípulos "He ahí el Cordero de Dios", así nos corresponde ayudar a los demás, nuestros hermanos, a reconocerlo, debemos mostrarles quién es el Señor y señalarles donde está. Tenemos que ayudar a que reconozcan la visita de Dios, para que se conviertan y crean en el Evangelio y conozcan la Vida Eterna, la anhelen, se arrepientan de sus pecados con el Señor buscando vivir siempre en adelante aferrados a él. Éste es un camino que también es siempre el nuestro.

Negociad mientras vuelvo

El Señor nos ha pedido que trabajemos con los dones que Él nos ha dado a cada uno. Así nos debe quedar claro al escuchar y meditar el Evangelio que la liturgia nos propone hoy (Lucas 19, 11-28). Comencemos meditando en estas primeras líneas «"Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después. Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas de oro, diciéndoles: "Negociad mientras vuelvo"». Ha dicho el Señor "negociad". El término negocio deriva de las palabras latinas "nec" y "otium", es decir, lo que no es ocio. Se entiende entonces como una ocupación, quehacer o trabajo con una utilidad. El Señor nos ha dado unos dones que debemos poner a trabajar, evidencia al holgazán, él pide nuestra cooperación con esos talentos recibidos, tenemos que ponernos a trabajar con lo que nos ha dado. Él volverá y nos preguntará qué hemos hecho con lo encargado.

¿Qué quieres que haga por ti?

En el Evangelio de hoy podemos descubrir una pronta respuesta de parte del Señor ante un esfuerzo humano por buscar ser curado. Leamos con atención... «Cuando se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía. Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret. El ciego se puso a gritar: “¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!”. Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!”. Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?”. “Señor, que yo vea otra vez”. Y Jesús le dijo: “Recupera la vista, tu fe te ha salvado”. En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios. Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios».  (San Lucas 18,35-43).   En primer lugar está el ciego que al escuchar que pasaría cerca de él Jesús de Nazaret...

El Señor nos protege

Que el Señor protege el camino de aquellos que se esfuerzan por ser santos, por cumplir su plan, es una realidad que los cristianos, en medio de las dificultades que se presentan, muchas veces olvidamos. Y sí, nos lo recuerda el salmo 1, que meditamos hoy, cuando dice "el Señor protege el camino de los justos". Así es hermanos, el Señor nos protege, y hay que recordarlo, debemos acudir a él a pedirle auxilio en medio de las dificultades y obstáculos que encontremos en nuestra peregrinación a la Patria Celestial. Algunas oraciones que podemos rezarle a manera de jaculatoria pueden ser: "Protege mi camino Señor", "Auxíliame Señor en las dificultades".

Seremos dichosos...

Hoy meditamos en la liturgia de la Palabra el salmo primero. De su primera estrofa comenzaremos con este extracto: «Dichoso el hombre / que no sigue el consejo de los impíos, / ni entra por la senda de los pecadores, / ni se sienta en la reunión de los cínicos...». ¿Quiénes son estos impíos?  Se trata de personas contrarios a la religión, que no tienen relación con Dios, no viven la piedad. De estos de los que viven apartados de Dios escucharás muchos consejos, nos dice el salmo que será feliz quien no siga justamente estos consejos, son palabras desnutridas del alimento de la verdad. Luego nos señala  también que es dichoso aquel que no sigue por el camino de los pecadores ni se está en una reunión con aquellos que ni vergüenza tienen ya de sus mentiras. Nos presenta el salmo situaciones y espacios que el cristiano debe evitarlos para poder perseverar en el amor a Dios y en su misión de hacer apostolado.

Volvamos al bien

...«tengo en contra tuya que ya no tienes el mismo amor que al principio. Recuerda de dónde has caído, arrepiéntete y vuelve a proceder como antes». Son estas las últimas palabras en la primera lectura que la liturgia nos propone hoy, tomadas del libro de Apocalipsis. Bien puede servirnos hoy para examinar nuestra conciencia y revisar si tenemos o no el amor a Dios que le teníamos antes, en ese primer momento cuando él salió a nuestro encuentro, si es que no, veamos qué ha sucedido en este tiempo, por qué lo hemos perdido. Es una clave también lo escrito al final, el arrepentimiento de nuestras malas obras, malas acciones, intensiones, y esforzarnos en todo caso por volver a obrar el bien.

El camino de la vida

El camino de la vida cristiana tiene como meta llegar a la vida eterna, pero nadie sabe por donde va cada uno de los caminos, mejor dicho, nuestro propio camino. No está claro para nosotros lo que sucederá en nuestras vidas si quiera el día de mañana, menos en un mes, tampoco para el próximo año. Pero estamos seguros que este camino nos lleva a la vida que anhelamos por toda la eternidad, porque es el camino de Cristo, al que Él nos ha invitado a seguir. Precisamente en esto el salmo que la liturgia nos propone hoy nos da muchas luces cuando dice en su última estrofa "Me enseñarás el sendero de la vida", efectivamente él es el que nos conduce hacia esa vida eterna, entonces a él debemos dirigirnos para pedirle que nos muestre la senda, que nos diga por dónde debemos caminar para llegar a ese camino de la vida.

Dios realmente nos ama y nos quiere salvar

Hacer memoria de nuestras malas acciones nos lleva a ser conscientes de nuestra fragilidad, este ejercicio es recto cuando está iluminado por la memoria de la acción bondadosa de Dios en nuestras vidas permitiéndonos entender que Dios nos quiere infinitamente, él tiene mucho amor por nosotros y nos quiere salvar, como dice san Pablo a Tito "no por obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino según su misericordia". Esto nos ayuda amonestándonos y alentándonos a ser obedientes, a estar prontos para toda obra buena, a no injuriar, a ser apacibles, a mostrar mansedumbre con todos los hombres, en últimas a asumir el esfuerzo que implica la caridad. En la primera lectura de hoy san Pablo le dice a Tito: "Porque antes también nosotros, con nuestra insensatez y obstinación, íbamos fuera de camino; éramos esclavos de pasiones y placeres de todo género, nos pasábamos la vida fastidiando y comidos de envidia, éramos insoportables y nos odiábamos unos a otros". Vem...

¿Cuál eres tú?

¿Uno de los nueve o de los que como el extranjero regresó para dar gloria a Dios? El Evangelio de hoy, tomado de San Lucas, nos relata el pasaje del encuentro del Señor Jesús con diez leprosos, quienes cuando Jesús iba de camino a Jerusalén, de paso entre Samaria y Galilea, éstos salieron a su encuentro pidiéndole que los sane, el Señor les respondió que vayan a presentarse donde los sacerdotes y haciendo eso, uno se dio cuenta que había sido curado, entonces regresó dice el Evangelio que éste "se volvió alabando a Dios a grandes gritos, y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias." Entonces el Señor preguntó "¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?". El Señor Jesús nos sana, nos cura de verdad, y a muchos ha curado enfermedades espirituales muy graves y ha sanado heridas profundas que aunque por fuera no se ve como la lepra, son como muchas de las peores enferme...

"Apártate del mal y haz el bien"

Del Salmo 36 Hacer el bien implica que previamente hemos hecho la opción de apartarnos del mal, apartarnos quiere decir separarnos, alejarnos, retirarnos. Para poner por obra lo que meditamos propondremos dos puntos: El primero, alejarnos de las ocasiones del mal, es decir de todos aquellos espacios en donde es propicio actuar mal, en donde nos podemos encontrar en ocasión de cometer algún pecado, de una situación que nos puede hacer faltar a la caridad. Y en segundo lugar, es algo más personal, apartarme de mi propio mal, es decir alejar de mí aquellas obras en donde yo hago mal, hago daño a los demás, me hago daño a mí mismo. Estas acciones se convierten en obstáculos para poder obrar el bien que el Señor me pide. Me corresponde esfuerzo para dejar de hacer lo que está mal y sé por la voz de mi conciencia que está mal, eso nos mantiene en la oscuridad, alejados del Señor.

"Confía en el Señor y haz el bien"

Del Salmo 36 Hacer el bien no es fácil, pues implica ir contra corriente y muchas veces un gran sacrificio de nuestra parte porque vamos contra un mundo acostumbrado al mal, tanto, que ya forma parte de lo cotidiano y no vemos necesario cambiarlo. En algunos casos también produce temor porque definitivamente hay que enfrentar el mal y podría significar un cambio radical en nuestra vida. Todas esas buenas iniciativas, buenos deseos y buenas intenciones se quedarán en el papel o en la conciencia porque el miedo a asumir lo que implican allí las deja. Todo eso sin confianza en Dios no se podrá realizar. Dios nos dice en el salmo de hoy. ¡Confía! y haz el bien. Confianza significará lanzarnos, aunque siga el temor humano, confiando más bien que el Señor actuará, que siempre estará con sus hijos y no los abandonará, menos en un proyecto que él lo inspire.

¿Practicar el bien?

¿Qué pasaría si formáramos parte un pueblo fervorosamente entregado a practicar el bien? El ejemplo definitivamente arrastra, el testimonio de vida que nos podemos dar mutuamente cuando obramos bien, cuando nuestras buenas intenciones, ya sea en silencio o de manera explícita, obran, hay algo que va cambiando. Como cuando un niño observa que arrojamos la cáscara de una fruta en el basurero y aprende, o las personas que viven con nosotros y ven que nuestro trato siempre es amable, ellos aprenden, así el testimonio arrastra. Sobre esto nos llama la atención hoy San Pablo en su carta a Tito, que lo escucharemos en la primera lectura de la liturgia de la Palabra. Hagamos esta opción, entreguémonos desde hoy a practicar el bien, nos daremos cuenta que comenzará a costar, pero debemos perseverar en nuestra elección para que de frutos.

¿Cómo amar al Señor?

Luego de meditar el Evangelio de ayer Domingo me pregunté ¿Cómo amar al Señor, mi Dios, con todo mi corazón, alma y mente, con todo mi ser? Se viene a mi mente además la experiencia de Simón, Pedro, nuestro primer Papa, cuando el Señor le pregunta tres veces ¿Pedro, me amas? y él responde te quiero Señor. Quiero compartir aquí la explicación del Papa Benedicto XVI sobre este pasaje. «La primera vez, Jesús pregunta a Pedro: "Simón..., ¿me amas" (agapâs-me) con este amor total e incondicional? (cf. Jn 21, 15). Antes de la experiencia de la traición, el Apóstol ciertamente habría dicho: "Te amo (agapô-se) incondicionalmente". Ahora que ha experimentado la amarga tristeza de la infidelidad, el drama de su propia debilidad, dice con humildad: "Señor, te quiero (filô-se)", es decir, "te amo con mi pobre amor humano". Cristo insiste: "Simón, ¿me amas con este amor total que yo quiero?". Y Pedro repite la respuesta de su humilde amor humano: ...

Jesucristo, centro de nuestras vidas

Continuamos meditando el Evangelio del Domingo 4 de noviembre (Mc 12, 28-34), específicamente en la respuesta del Señor Jesús al escriba que hace la pregunta sobre qué mandamiento será el primero de todos. Ahora fijémonos en las palabras "el Señor, nuestro Dios, es el único Señor". ¿Lo es? ¿Es Jesucristo el centro de nuestras vidas? En todo caso esto se notará en nuestra vida cotidiana, pues el mundo también presenta algunos "señores" a los que mucha gente acoge y le da espacio en su vida. Se trata de falsos señores, pues te prometen algo que no son capaces de darte, te prometen vida y no te la dan, más bien al cabo de un tiempo se obtiene la muerte. Si es que Jesucristo es el centro de nuestras vidas es algo que se verá en cada obra que hagamos, cada manera de hablar, de relacionarnos con los demás.

¿Escuchas?

La primera palabra con la que el Señor Jesús responde al escriba pertenece a las Escrituras del antiguo testamento "Escucha Israel" recordadas también hoy en la primera lectura tomada del libro de Deuteronomio. Pues lo que viene es importante para nuestra vida. "Escucha" entonces es la palabra que en primer lugar nos invita a meditar respecto a esta actitud ¿la vivimos? ¿escuchamos a los demás? o sólo nos dedicamos a hablar y hablar y que los demás nos escuchen. Esta palabra exige dejar de ser el centro para dirigir nuestros sentidos hacia otro. El Señor nos pide hoy en primer lugar que nos ejercitemos en la escucha, escuchando a los demás iremos educándonos y así prestaremos mayor y mejor atención a la Palabra Divina, la Palabra de Dios, esa Palabra que nos guía y orienta en la vida para andar por buen camino. Vivamos la escucha. Nos ayudará hacer silencio, callar, dejar de ser el centro, mirar a otros, callar y escuchar a otros, poco a poco veremos como este eje...