"...al paladar será dulce como la miel, pero en el estómago sentirás ardor" le dice el ángel a Juan en la primera lectura que meditamos en la Liturgia de la Palabra de hoy (Apocalípsis 10, 8-11), entonces Juan hizo lo aconsejado y experimentó lo descrito, luego de ello se le dijo: "Tienes que profetizar todavía contra muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes". Lo que Juan sintió dulce como la miel era el librito que le fue dicho que se lo coma. Éste es dulce al paladar, pero luego de esa dulzura viene un ardor que es lo que nos impulsa al anuncio, como queda dicho en la misión que se le propone a Juan luego de su experiencia. A él se le invita a profetizar, a nosotros se nos pide anunciar, no debemos quedarnos en la dulzura solamente, se produce el ardor cuando hemos digerido en el estómago, cuando hemos masticado y extraído todos los nutrientes que nos da la Palabra de Dios, ése ardor nos impulsa a proclamar, anunciar.
Hoy escucharemos del Señor Jesús esta enseñanza «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres» (Jn 8, 31-32). En aquel diálogo le responden "nunca hemos sido esclavos de nadie ¿Cómo dices tú: Os haréis libres?". Nuevamente vemos que no entienden al Maestro, son palabras que no son acogidas, que como él mismo dice más adelante su palabra no penetra en ellos. Vemos en esta primera enseñanza un presupuesto para ser discípulos del Señor Jesús, mantenernos fieles a su Palabra, perseverantes en la escucha, la acogida y la concresión. Pero como la Palabra del Señor no es acogida ellos reaccionan ante algo que les incomoda, que el Señor les haya dicho que la verdad que él trae les hará libres, por eso responden a eso, ante lo cual Jesús responde dejándonos una enseñanza sobre lo que significa ser hijos y por otro lado ser esclavos. Hoy responde en el evangelio: «Os aseguro que quien comete pecado es es...
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