El Señor nos ha pedido que trabajemos con los dones que Él nos ha dado a cada uno. Así nos debe quedar claro al escuchar y meditar el Evangelio que la liturgia nos propone hoy (Lucas 19, 11-28). Comencemos meditando en estas primeras líneas «"Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después. Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas de oro, diciéndoles: "Negociad mientras vuelvo"». Ha dicho el Señor "negociad". El término negocio deriva de las palabras latinas "nec" y "otium", es decir, lo que no es ocio. Se entiende entonces como una ocupación, quehacer o trabajo con una utilidad. El Señor nos ha dado unos dones que debemos poner a trabajar, evidencia al holgazán, él pide nuestra cooperación con esos talentos recibidos, tenemos que ponernos a trabajar con lo que nos ha dado. Él volverá y nos preguntará qué hemos hecho con lo encargado.
" Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso... Con la medida que midáis, se os medirá " (Lc 6,36.38). Estas palabras del Señor Jesús nos tocan profundamente. ¿Cuántas veces nos hemos encontrado midiendo nuestra compasión, calculando nuestro perdón, racionando nuestro amor? En este pasaje, Él nos invita a un ejercicio de conversión: aprender a amar como ama el Padre . Entre dos medidas: la humana y la divina Nuestra naturaleza humana tiende a calcular, a medir, a sopesar el dar y el recibir. Es muy comprensible: buscamos protegernos, queremos asegurar cierta reciprocidad. Pero Jesús nos presenta una medida diferente: la medida desbordante del amor divino. La misericordia de Dios no conoce límites, no lleva cuentas, no guarda registro de los agravios . Difícil ¿no? El desafío de la misericordia sin límites ¿Cómo amar a quien nos ha herido? ¿Cómo perdonar lo que parece imperdonable? La lógica humana nos empuja hacia la retribución, pero el Evangelio nos lla...
Comentarios
Publicar un comentario