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¿A quiénes se dirige la mirada de Dios?

En el Evangelio que la liturgia de la Iglesia nos presenta hoy nos encontramos con lo que sigue luego que Jesús leyera el libro de Isaías en la Sinagoga de Nazaret en día sábado, como era costumbre.

Un poco de contexto

Entonces el Señor leyó: "El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor". Y luego de leer esto dijo: "Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy". Todos habían quedado asombrados y comenzaron a preguntarse ¿Este no es el hijo de José? Ante esto Jesús les decía «Seguramente me vais a decir el refrán: Médico, cúrate a ti mismo. Todo lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaúm, hazlo también aquí en tu patria». 

¿A quiénes se dirige la mirada de Dios?

En la parte que nos corresponde meditar hoy (Evangelio según San Lucas 4, 24-30) el Señor Jesús nos muestra hacia quienes se dirige la mirada y la atención de Dios, y no es precisamente a los que lo escuchaban en la sinagoga, sobre quienes, explica el Evangelio de San Mateo (13, 58) Jesús no obró muchos milagros por su falta de fe. En primer lugar entonces nos encontramos con estas personas quienes no tienen fe en Jesús, y como consecuencia de ello Dios no puede obrar sobre ellos, porque no creen.

Vemos que el Señor, en el Evangelio de hoy, al dirigirse a sus conciudadanos les presenta dos personajes que son quienes reciben la mirada y la atención de Dios, se trata de la viuda de Sarepta y Naamán el sirio. Estas dos personas viven de distintas maneras las actitudes de la sencillez y la humildad.

En primer lugar la viuda de Sarepta (1 Reyes 17, 7 ss) hace lo que le pide el profeta Elías, enviado por Dios donde ella. A pesar de sus carencias es invitada a dar de beber y comer al que está sin sustento. Ella tiene un corazón dispuesto a acoger al que la necesita y atenderlo, en Elías, la viuda atiende al Dios que se manifiesta como un pobre hambriento de pan y con sed de agua.

Luego vemos a Naamán el sirio, de quién se nos cuenta hoy en la primera lectura (2 Reyes 5, 1-15a). Naamán es invitado a realizar un gesto de humildad y hacer, para sanarse, lo que el profeta Elías le había mandado, aunque esto parezca muy simple, pues Naamán esperaba algo extraordinario. Finalmente Naamán, atendiendo a sus siervos, es decir escuchándolos, haciendo lo que le sugieren, se abre a la propuesta, escucha la verdad, no se queda en sus propios gustos e ideas, y se sana de la lepra que padecía al hacer lo que Elías le había dicho a través de un mensajero.

Estas dos actitudes son las necesarias para que Dios actúe, ser sencillos de corazón y practicar la humildad. A estos busca el Señor.

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