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Por esperar lo extraordinario no vemos a Dios en lo ordinario

En la liturgia de hoy nos encontramos en la primera lectura con un texto tomado del segundo libro de los Reyes, los personajes son Naamán, general del ejército del rey sirio, una jovencita israelita, el rey de Siria, el rey de Israel y el profeta Eliseo.

Leamos la primera lectura.

Veremos en el relato que Naamán padecía de lepra y por un comentario de la jovencita Israelita quien abre la puerta de esperanza para la sanación, él se va donde el rey de Israel con una carta del rey de Siria. Luego de la reacción del rey de Israel ante la carta entra en escena el profeta Eliseo quien le dice al rey que mande a Naamán hacia él.

Naamán acude a buscar al profeta Eliseo y éste le manda un mensajero que sale a su encuentro para darle algunas indicaciones y haciéndolas obtendría la curación de su piel, le mandó bañarse siete veces en el Jordán. Naamán esperaba otra cosa, esperaba que el mismo profeta lo atienda, que invocara a Dios en su presencia y que pase la mano por la parte enferma y así se cure, entonces comienza a quejarse.

Algunas enseñanzas

Como sucedió con Naamán, suele suceder que esperamos cosas extraordinarias respecto a la respuesta de Dios, es así que los mismos siervos de Naamán se acercan a decirle que si habría sucedido como él esperaba lo hubiera hecho, entonces -le dicen- ¿Por qué no hacer algo simple?

Los mensajeros que muchas veces el Señor nos pone en el camino, nos hablan de cosas sencillas que debemos hacer para cambiar, o para sanarnos de algún vicio que nos aqueja pero nosotros no escuchamos, no hacemos caso ¿Por qué no lo hacemos? Queremos cosas extraordinarias y por esperarlas no vemos las ordinarias que es el canal por el que la mayoría de veces Dios actúa ante nosotros.

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