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Éste es nuestro Dios, en quien esperamos

En la primera lectura de hoy Domingo el Señor a través del profeta Isaías nos muestra el Reino al cual estamos convocados y da a todos la esperanza de llegar a él, da el sentido que tienen los dolores y sufrimientos que se asumen y se enfrentan cuando cargamos la Cruz, esta esperanza llegará, en tanto asumamos lo que sabemos se requiere para llegara a la Promesa que el Señor nos hace.

Dice Isaías en los versículos finales del capítulo 25:
8 consumirá a la Muerte definitivamente. Enjugará el Señor Yahveh las lágrimas de todos los rostros, y quitará el oprobio de su pueblo de sobre toda la tierra, porque Yahveh ha hablado. 9 Se dirá aquel día: «Ahí tenéis a nuestro Dios: esperamos que nos salve; éste es Yahveh en quien esperábamos; nos regocijamos y nos alegramos por su salvación». 10 Porque la mano de Yahveh reposará en este monte.
Luego de haber dicho que el Señor preparará a todos los pueblos en aquél monte un convite de manjares frescos, convite de buenos vinos, Isaías, en el versículo octavo muestra la esperanza para aquellos que sufren y derraman lágrimas ahora en este mundo, en este Valle de lágrimas como rezamos en la oración de la Salve. En otra traducción encontramos "borrará de la tierra la deshonra de su pueblo", dice en la que estamos meditando "quitará el oprobio de su pueblo sobre toda la tierra". Estas líneas no logran más que mostrarnos que estamos en un combate, una afrenta y eso a los hijos de Dios les produce dolor, lágrimas, deshonra, nos tocará pasar por el vía crucis, vivir lo que nuestro Señor permita para nosotros de lo que Él vivió en el Vía Crucis.

Por más que huyamos o el dolor y sufrimiento nos espante, finalmente el cristiano, los discípulos deben pasar por lo que pasó su maestro. En esto no hay mejor esperanza que la que hoy nos presenta el profeta Isaías. Es Él, el mismo Señor quien secará nuestras lágrimas cuando lleguemos a ése monte en donde nuestro Señor ha preparado un festín de manjares suculentos.

"Éste es nuestro Dios, en quien esperábamos"

No es otro que el Señor, a quien el profeta, al inicio de este capítulo Isaías le dirá: "Tú eres mi Dios, yo te ensalzo, alabo tu nombre, porque has hecho maravillas y planes muy de antemano que no fallan". Éste es el Señor, que nos espera, y que es nuestra esperanza, el que nos salva, con Él llegaremos a Él, a estar con Él, por toda la eternidad en el monte santo, compartiendo el banquete que ha preparado para nosotros.

Entonces, nos tocará regocijarnos y alegrarnos por su salvación, al ver la mano de Dios que reposará en aquél monte, al que llegaremos algún día.

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