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¿Qué es de Dios?

Esta es la pregunta con la que abrimos esta semana y que nos la plantea el Evangelio del primer día de la semana, el día del Señor, el Domingo. Escuchábamos pues en el Evangelio de la Misa que el Señor luego de haber visto la intención con malicia de los que le preguntan si es lícito o no pagar el tributo al César, responde: «Mostradme la moneda del tributo. Ellos le presentaron un denario. Y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción? Dícenle: «Del César.» Entonces les dice: «Pues lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios».

Al respecto el Papa Benedicto XVI, el día de ayer, hizo una reflexión en la que me apoyo y uso como guía:
(...) El tributo a César se paga, porque la imagen en la moneda es suya; pero el hombre, todo hombre, lleva consigo otra imagen, la de Dios, y por tanto es a Él, y sólo a Él que cada uno es deudor de la propia existencia. Los Padres de la Iglesia, que se basan del hecho que Jesús se refiere a la imagen del Emperador acuñada en la moneda del tributo, han interpretado este paso a la luz del concepto fundamental de hombre imagen de Dios, contenido en el primer capítulo del Libro del Génesis.  
Un Autor anónimo escribe: “La imagen de Dios no está acuñada sobre el oro sino más bien sobre el género humano. La moneda de César es oro, la de Dios es la humanidad… por tanto, da tu riqueza a César, pero deja a Dios la inocencia única de tu conciencia donde es contemplado Dios… César, en efecto, ha pedido su imagen sobre cada moneda, pero Dios ha escogido al hombre, que él ha creado, para reflejar su gloria” (Anónimo, Obra incompleta sobre Mateo, Homilía 42). Y San Agustín ha utilizado muchas veces esta referencia en sus homilías: “Si César reclama su propia imagen incisa en la moneda –afirma-¿no exigirá Dios del hombre la imagen divina esculpida en él? (En. in Ps., Salmo 94, 2). Y más aún: “Como se vuelve a dar a César la moneda, así se vuelve a dar a Dios el alma iluminada y esculpida por la luz de su rostro… Cristo en efecto vive en el interior del hombre” (Ivi, Salmo 4, 8).
Entonces decimos: "al César lo que es del César" y "a Dios lo que es de Dios" cabe acá tener muy en claro la respuesta a la pregunta ¿Qué es de Dios? Como vemos en el texto del Papa, hablamos de una imagen acuñada por Dios en el hombre, en tí y en mí, Dios a esculpido su imagen, está en lo más profundo de nosotros. Tomando las palabras de San Agustín nos preguntaremos ¿No exigirá Dios del hombre la imagen divina esculpida en él? Si el César pide lo suyo, Dios también reclama lo que le pertenece.

¿Qué es de Dios?

Todo el hombre es de Dios, es su creador, pero ¿qué es esto? Hablemos del ser humano como una persona Bio-sico-espiritual. En cada uno de estos "componentes", por así llamarlos, se exige un cuidado de nuestra parte para entregarlo a Dios.

En el primer nivel "biológico" podremos hablar, sin querer explicar todo a profundidad, del cuidado del cuerpo. En estos tiempos quizá habría que profundizar más en el tema moral, la exposición de partes del cuerpo por parte de los chicos y de las chicas a manera de exhibicionismo, resaltando además en muchos casos que somos llevados por olas de modas, que no hacen otra cosa más que promover la sensualidad, y que en muchos casos hacen difícil la vivencia de la castidad de los jóvenes, se va construyendo con esos malos aportes una sociedad erotizada.

En el nivel "sicológico" hablemos brevemente de nuestros pensamientos. Ya el Señor Jesús revela en el Evangelio que estamos meditando que ve la malicia en el pensamiento de los que le hacen la pregunta, y efectivamente muchas veces consentimos murmuraciones, malos pensamientos, intenciones que no son rectas hacia los otros, pensamientos impuros, de venganza, de maldad, de egoísmo, que en algunos casos se camuflan y no son vistos como actos concretos pero están dando vueltas en la mente. En este espacio de la razón deben entrar los criterios del Señor Jesús, son los llamados criterios evangélicos, aquellos que nos guían por el recto vivir, con coherencia, como cristianos, e incluso antes, como personas humanas, recordemos que el Señor ha venido a enseñarnos a vivir como hombres.

Y por último en el nivel "espiritual". Es el nivel por excelencia en donde se evidencia lo que le entregamos a Dios. Ése espacio, que no se ve, pero sí se experimenta, es en donde el diálogo con Dios debe estar siempre presente, es el espacio de Dios y sólo él por tanto es quien puede nutrirlo, alimentarlo, cuando no existe Dios, se experimenta vacío, soledad, desesperanza.

Terminamos con el texto expuesto por el Santo Padre... “La imagen de Dios no está acuñada sobre el oro sino más bien sobre el género humano. La moneda de César es oro, la de Dios es la humanidad… por tanto, da tu riqueza a César, pero deja a Dios la inocencia única de tu conciencia donde es contemplado Dios…

Dejemos entonces a Dios lo que le pertenece, el ejercicio cotidiano de llevar a nuestras vidas esta frase nos ayudará a encontrar la verdadera felicidad.

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