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Nosotros somos de Dios

Guiados aún por la pregunta que nos suscita el Evangelio del Domingo pasado ¿Qué es de Dios? las lecturas de la liturgia de estos días han ido respondiendo de a pocos. 

El día lunes el Evangelio según San Lucas ilumina más la reflexión sobre las respuestas para aquella pregunta, con una parábola, en donde Dios le dice al hombre necio, luego de advertirle que esa misma noche morirá: «Lo que has acumulado, ¿para quién será?». Enseñando con esto que los frutos de nuestras obras deben ser de Dios, deben ser ofrecidos a Él, por lo tanto nuestros actos deben ser dignos de Dios; es como cuando reconocemos una buena marca de un automóvil o cierto producto, sabemos que el rendimiento de dicho artículo u objeto será digno del nombre de marca que lleva, es decir, su rendimiento habla de su fabricante. Nuestros actos, como cristianos auténticos que queremos ser, es decir verdaderos seguidores de Cristo, deben hablar de su presencia en nuestras vidas. Bajo esto entonces debemos acumular tesoros en el cielo, no acá, pues somos de Dios, de él venimos y hacia él vamos.

El Evangelio del día de ayer, martes, nos muestra que es el Señor Jesús quien envía a los discípulos, él los designa y los manda para una misión, y los envía de dos en dos. A Dios lo que es de Dios, lo que le pertenece, decía el Evangelio del Domingo, así pues es que nosotros como discípulos, designados apóstoles, somos enviados por el Señor para anunciarlo al mundo, le pertenecemos. Las palabras del Señor que se leen en el Evangelio de San Lucas, nos enseña que somos sus escogidos, y como tales nos habla "pónganse en camino", "miren que los envío como ovejas en medio de lobos" (Lc 10, 1-9)

¿Qué es de Dios? todo nosotros le pertenecemos, somos sus hijos, discípulos, apóstoles, amigos, y como tales nos envía para una misión concreta. 

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