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El propósito de entregarle

En el relato según San Juan de los sucesos durante la Última Cena del Señor Jesús con sus discípulos se mencionan dos veces la participación del demonio. En primer lugar está en el inicio del capítulo 13, «cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle» (Jn 13,2). Luego la otra mención está hacia el versículo 26 «...Y, mojando el bocado, le toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote. Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dice: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto». No me conducen a esta reflexión ánimos de buscar en este momento la participación del demonio en la Pasión del Señor, sino más bien de atender a algo que llama la atención, ver cómo Satanás se introduce en el núcleo del Señor, entre aquellos de los que están cerca de él y sí dejarme asombrar ante el misterio del mal, de la oscuridad que busca alejar la iluminación del astro que siempre nos da la luz.

El demonio pone en el corazón de Judas Iscariote el propósito de entregar al Señor Jesús donde aquellos que querían desde hacía tiempo, apresarlo. Pero aquí falta un dato de contexto necesario, es clave mirar un poco más de cerca la figura de Judas. Al respecto el Papa Benedicto XVI en una de sus audiencias de los miércoles del año 2006, dio una explicación sobre el apóstol que traicionó al Señor. Acerca de Judas dice «¿Por qué traicionó a Jesús?» y el Papa responde que «a este interrogante se han hecho varias hipótesis. Algunos recurren al factor de la avidez por el dinero; otros dan una explicación de carácter mesiánico:  Judas habría quedado decepcionado al ver que Jesús no incluía en su programa la liberación político-militar de su país».

«En realidad -continua el Papa-, los textos evangélicos insisten en otro aspecto:  Juan dice expresamente  que "el diablo  había  puesto en el  corazón  a  Judas  Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo" (Jn 13, 2); de manera semejante, Lucas escribe:  "Satanás entró en Judas, llamado Iscariote, que era del número de los Doce" (Lc 22, 3). De este modo, se va más allá de las motivaciones históricas y se explica lo sucedido basándose en la responsabilidad personal de Judas, que cedió miserablemente a una tentación del Maligno. En todo caso, la traición de Judas sigue siendo un misterio. Jesús lo trató como a un amigo (cf. Mt 26, 50), pero en sus invitaciones a seguirlo por el camino de las bienaventuranzas no forzaba las voluntades ni les impedía caer en las tentaciones de Satanás, respetando la libertad humana».

Y nos ofrece luego una idea que es muy iluminadora «en efecto, las posibilidades de perversión del corazón humano son realmente muchas». Entonces tenemos que efectivamente el Demonio tiene una fuerte participación en esta historia, y también diríamos que aquél corazón ya estaba pervertido. En el caso de Judas, su mente, su corazón y acción ya venían respondiendo a otra visión, que seguía sus propios deseos, sus propios planes. En esta tierra es que Satán sembrará sus semillas del mal, semilla que pronto crece y florece en traición.

Ante esto el Papa Benedicto XVI nos dice que «el único modo de prevenirlas (se refiere a las posibilidades de perversión) consiste en no cultivar una visión de las cosas meramente individualista, autónoma, sino, por el contrario, en ponerse siempre del lado de Jesús, asumiendo su punto de vista. Día tras día debemos esforzarnos por estar en plena comunión con él».

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