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El aliento de Dios que siempre necesitamos

En esta ocasión la primera lectura (Hech 18, 9-18) nos propone hoy un sueño de Pablo estando en Corinto, el Señor en una visión le dice: «No tengas miedo, sigue hablando y no calles; porque yo estoy contigo y nadie te pondrá la mano encima para hacerte mal, pues tengo yo un pueblo numeroso en esta ciudad». Luego de este suceso Pablo se quedó allí, dice en Hechos, un año y medio, enseñándoles la Palabra de Dios.

Lo que el Señor le dice a Pablo es un aliento que le da en medio de su misión, para que continúe, que no se desanime, que no tema, le dice sigue hablando y no calles, pues cuantas veces ahora ante un mundo indiferente a Dios y sobre todo que presenta diariamente ataques a la fe, a la dignidad del hombre y de la mujer, que pretende que esas cosas parezcan normal, cuando bien experimentamos una luz en nuestras conciencias que nos muestra que algo anda mal, algo no esta bien, en este mundo mostrar la verdad es algo difícil, desgasta interiormente, cuesta, muchas veces da ganas de no decir nada, optar por quedarse callado.

Ante esto podemos recoger un aliento de Dios en lo que le dice a San Pablo "no tengas miedo", "sigue hablando y no calles", "porque yo estoy contigo", "nadie te pondrá la mano encima para hacerte mal". Somos humanos, y necesitamos que el Señor nos aliente continuamente en la misión que nos ha dado, pues no siempre es fácil el anuncio de su Evangelio.

¿En donde podemos encontrar este aliento? En la oración, estando con el Señor él nos responde y nos alienta cuando nosotros le contamos nuestros sufrimientos, nuestras dificultades, cuando así lo hacemos él ve nuestro corazón y nos comprende, nos alienta y nos confirma en la misión que nos encomienda.

Luego de esto vemos a un San Pablo que enseña la Palabra de Dios, eso es lo que hoy nos toca hacer, y recordemos que para enseñarla hay que conocerla.

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