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¡No nos amoldemos al molde del mundo!

«Como hijos obedientes no os amoldéis a las apetencias de antes, del tiempo de vuestra ignorancia» nos exhorta hoy San Pedro en su primera carta, primera lectura que escucharemos hoy en la Misa (1 Pe 1, 10-16). Al haber hecho una opción por vivir la vida cristiana, es decir, seguir a Cristo quien nos ha mostrado al Padre, queremos ser obedientes como el Señor Jesús, a esto apela en primer lugar San Pedro, nos dice "como hijos obedientes" que ya son y que se esfuerzan por ser.

Es importante ver la obediencia no con una referencia inmediata a castigo, como a veces la experiencia propia o de otros nos muestra, obediencia es escuchar con atención la voz de quien manda y hacer caso, cumplir con su voluntad, implica en primer lugar estar atento, oir, escuchar y luego dirigirnos hacia el cumplimiento de lo pedido. No obedecemos a quien quiere el mal para nosotros o a quien nos pide hacer algo malo, obedecemos a quien busca el bien para nosotros, obedecemos a nuestros padres, obedecemos a Dios que quiere el bien para cada uno de sus hijos.

Luego dice "no os amoldéis a las apetencias de antes, del tiempo de vuestra ignorancia". Y es que en la vida del cristiano que quiere luchar, que quiere seguir a Cristo y que se esfuerza por ello, sucede una lucha interior con las apetencias a las que ha estado acostumbrado en los días en los que no conocía el Evangelio, no tenía sus criterios para juzgar lo que hacía. En este tiempo de ignorancia se pudo haber amoldado a muchas apetencias, más ahora ya sabe, ya conoce, juzga con la luz del Evangelio. Entonces Pedro exhorta "no os amoldéis" y esto es no ajustarse, acomodarse a una forma, a un molde, y en este caso hablamos del molde del mundo, aquel que está delimitado por las apetencias de la carne.

Sobre esto el Papa Benedicto XVI nos da muchas luces con su reflexión acerca de unas palabras del Apostol San Pablo en su carta a los Gálatas. «“Los exhorto a que se dejen conducir por el Espíritu de Dios, y así no serán arrastrados por los deseos de la carne” (Gal 5,16). San Pablo nos explica que nuestra vida personal está marcada por un conflicto interior, por una división entre los impulsos que provienen de la carne y aquellos que provienen del Espíritu; y nosotros no podemos seguirlos todos. No podemos, en efecto, ser contemporáneamente egoístas y generosos, seguir la tendencia de dominar sobre los demás y sentir la alegría del servicio desinteresado. Debemos siempre elegir cual impulso seguir y lo podemos hacer en modo auténtico solamente con la ayuda del Espíritu de Cristo. San Pablo menciona las obras de la carne, son los pecados de egoísmo y de violencia, como enemistad, discordia, rivalidad, desacuerdos; son pensamientos y acciones que no nos hacen vivir en modo verdaderamente humano y cristiano, en el amor». (S.S. Benedicto XVI. Homilía en la Solemnidad de Pentecostés 2012)

Que el Espíritu Santo que nos ha sido infundido en la confirmación nos ayude en esta lucha cotidiana contra las obras de la carne para que más bien brille en nosotros nuestra opción por Cristo, que se muestra en el amor a los demás.

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