¿Sabemos pedir al Señor? ¿Sabemos rezarle?

Mientras meditamos el Evangelio de hoy, miércoles 9 de mayo, las palabras suenan como si hace poco las hubiésemos escuchado, y es que es así, hoy volvemos sobre el Evangelio del reciente Domingo. Ahora me detendré en reflexionar la parte final de la lectura «Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará». Repasando estas palabras del Señor nos podríamos preguntar si es que sabemos pedir al Señor o si sabemos rezarle como se debe, pues cuantas veces no habremos escuchado algunas quejas o reclamos humanos, esperando que algo se cumpla, esperando que el Señor haga algo que le pedimos, y si no lo hace decimos el Señor no me escucha.

Estas palabras de Jn 15, 7 nos abre a una enseñanza del Señor sobre qué debemos hacer para pedir bien al Señor, o cómo es que debemos hacerlo, dice claramente «Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros». Antes de darnos ese gran regalo de concedernos lo que le pidamos el Señor nos da algunas pautas. Permanecer en él y que sus palabras permanezcan en vosotros.

¿Cómo permanecemos en él? San Juan, en este capítulo 15 responde a nuestra pregunta, pues el Señor desarrolla esto con una imagen, la de la vid y los sarmientos en donde él es la vid y nosotros somos los sarmientos y Dios Padre es el Viñador. El sarmiento no produce fruto por sí mismo si es que no permanece en la vid, nos dice el mismo Señor resaltando esto "separados de mí no podéis hacer nada" (Jn 15, 5). Entonces permanecer en él es estar con él, estar cerca de él. Estar con él es recibirlo en la Eucaristía, acompañarlo en la Adoración al Santísimo Sacramento, visitarlo en la Capilla cuando está oculto en el Sagrario. Estar cerca de él es, aunque pueda parecer obvio, no separarnos de él, de sus enseñanzas, de lo que aprendemos de él, en el día hacer las cosas siendo testimonio de que estamos con él, decir las cosas como sus seguidores, como lo que somos, como cristianos. Esto es permanecer en él.

La segunda pauta nos indica que sus palabras permanezcan en nosotros, esto implica en primer lugar que las meditemos seguido, en algún momento del día, sea al inicio, en la mitad o al final del día, meditar nos lleva a recordar lo leído, lo rezado, recordarlo durante el día, y actuar con coherencia a lo que hemos escuchado o leído. Sus palabras deben echar raíz en nosotros, las debemos recordar constantemente, deben ser nuestra guía, la luz que nos permita ver la realidad presente con otros ojos, como bien acaba de enseñarnos el Papa Benedicto XVI hace pocos días.

Haciendo esto, estamos con él, por lo tanto sabremos cómo pedir en oración lo que necesitamos, parece fácil, pero requiere ejercicio, por lo tanto implica que al inicio nos cueste, pero necesita de nosotros perseverancia, que se la podemos pedir a nuestra madre María y al Espíritu Santo, para poder aprender a permanecer siempre en el Señor y ejercitarnos a que su Palabra permanezca en nosotros, esto nos asegura el combate contra las insidias del enemigo y las seducciones del mundo que atacan nuestra mente.

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