Un enemigo es una persona que tiene mala voluntad a otra y le desea y hace mal, un perseguidor es aquel que fatiga, molesta y hace sufrir, en ambos casos generan sufrimiento. Hoy el Señor Jesús nos enseña en el Evangelio la actitud que debemos tener los cristianos ante enemigos y perseguidores. Dice que amemos a nuestros enemigos y que recemos por los que nos persiguen. Nos enseña en esta lección que no tiene nada de extraordinario amar a los que ya nos aman. Si queremos alcanzar la perfección cristiana orientada por la caridad, el amor, esto que nos enseña el Señor es lo que debemos vivir. Será pues exigente amar a aquel o aquella que no nos quiere, que nos trata mal, que es indiferente, será difícil. Las acciones de amor deben estar acompañadas por la oración para que en esta nos veamos fortalecidos por la fuerza que el Espíritu Santo nos dará al pedirla. Amar con intensidad, aún en circunstancias difíciles, será posible con la oración, en ella también nos descubriremos aprendiendo del amor que Dios nos da.
Hoy escucharemos del Señor Jesús esta enseñanza «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres» (Jn 8, 31-32). En aquel diálogo le responden "nunca hemos sido esclavos de nadie ¿Cómo dices tú: Os haréis libres?". Nuevamente vemos que no entienden al Maestro, son palabras que no son acogidas, que como él mismo dice más adelante su palabra no penetra en ellos. Vemos en esta primera enseñanza un presupuesto para ser discípulos del Señor Jesús, mantenernos fieles a su Palabra, perseverantes en la escucha, la acogida y la concresión. Pero como la Palabra del Señor no es acogida ellos reaccionan ante algo que les incomoda, que el Señor les haya dicho que la verdad que él trae les hará libres, por eso responden a eso, ante lo cual Jesús responde dejándonos una enseñanza sobre lo que significa ser hijos y por otro lado ser esclavos. Hoy responde en el evangelio: «Os aseguro que quien comete pecado es es...
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