Con unas raíces bien afincadas el cristiano da buen fruto
La primera lectura de hoy (Jer 17, 5-10) nos presenta dos figuras para explicar cómo es aquél que confía sólo en sí y aquél que confía en el Señor. Jeremías plantea de fondo la pregunta ¿En dónde tienes puesta tu confianza? ¿En ti mismo o misma o en Dios? Y él mismo nos responde: "Maldito quien pone su confianza en el hombre, y en él busca su fuerza, apartando su corazón del Señor". De este dice: "Será como un cardo en el desierto, que no disfruta del agua cuando llueve; habitará en la aridez del desierto, tierra salobre e inhóspita". El cardo es una planta que sólo debe recibir agua que puede ser abundante en la etapa inicial, luego no la tolera. Por tanto se entiende la figura de no disfruta del agua cuando llueve.
Esta lectura nos da una clave interesante cuando dice que este hombre, el que pone su confianza en sí mismo, y sólo busca en sí su fuerza, poco a poco va apartando su corazón del Señor. Se aleja para irse a una tierra inhóspita.
Sin embargo, quien confía en el Señor es bendito, dice Jeremías, éste "será como un árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces; cuando llegue el calor no lo sentirá, sus hojas se conservarán siempre verde, en año de sequía no se inquieta, no deja de dar fruto".
Se plantea aquí la figura del árbol que tiene las raíces afincadas junto al agua, en buena tierra, con nutrientes, alimento para el buen crecimiento y desarrollo de la planta, para tener las hojas verdes y no dejar de dar buenos frutos.
Las raíces del cristiano deben estar en buena tierra, junto al agua. Así esas raíces se alimentan y son capaces de nutrir a todo el árbol, sostienen el peso de la planta, llevan nutrientes a todas las ramas para que se produzca ése buen fruto.
Lo resalta el Salmo de hoy en una de sus estrofas "Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor", "Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y no se marchita sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin". Cuanto emprenda cada cristiano con las raíces junto al Agua de la Vida, el Señor Jesús, todo lo que haga tendrá buen fin.
Esta lectura nos da una clave interesante cuando dice que este hombre, el que pone su confianza en sí mismo, y sólo busca en sí su fuerza, poco a poco va apartando su corazón del Señor. Se aleja para irse a una tierra inhóspita.
Sin embargo, quien confía en el Señor es bendito, dice Jeremías, éste "será como un árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces; cuando llegue el calor no lo sentirá, sus hojas se conservarán siempre verde, en año de sequía no se inquieta, no deja de dar fruto".
Se plantea aquí la figura del árbol que tiene las raíces afincadas junto al agua, en buena tierra, con nutrientes, alimento para el buen crecimiento y desarrollo de la planta, para tener las hojas verdes y no dejar de dar buenos frutos.
Las raíces del cristiano deben estar en buena tierra, junto al agua. Así esas raíces se alimentan y son capaces de nutrir a todo el árbol, sostienen el peso de la planta, llevan nutrientes a todas las ramas para que se produzca ése buen fruto.
Lo resalta el Salmo de hoy en una de sus estrofas "Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor", "Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y no se marchita sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin". Cuanto emprenda cada cristiano con las raíces junto al Agua de la Vida, el Señor Jesús, todo lo que haga tendrá buen fin.
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