Un hombre enfermo
Hoy la Liturgia nos presenta el Evangelio de San Juan, quien en el capítulo cinco desarrolla el pasaje del encuentro del Señor Jesús con el enfermo que llevaba 38 años en ese estado y que esperaba la agitación de la piscina para llegar a ella, sumergirse y sanarse, pues el Ángel del Señor bajaba de tiempo en tiempo a la piscina y agitaba el agua, el primero que se metiera después de cada agitación quedaba curado de cualquier mal.
Esta lectura nos da muchas luces para tener una mirada espiritual frente a nuestras enfermedades, que son desde físicas a espirituales, muchas de ellas son espirituales, no las vemos, están allí con nosotros años, y nos tienen postrados y no sabemos que son, pensamos que las cura el hombre cuando el médico de esas enfermedades es otro, es el Señor Jesús.
El hombre del que Juan nos cuenta, llevaba 38 años enfermo, mucho tiempo esperando porque, por los datos, era un paralítico, necesitaba de otros que lo ayuden a llegar a la piscina. Es interesante ver que era una persona muy consciente de su enfermedad y que para él su esperanza estaba puesta en esta piscina de la que probablemente le habían hablado en algún momento y que ya además, por el tiempo que tenía yendo, había visto algunas curaciones.
Se sabe enfermo este hombre que acude a la piscina, va en busca de esa agua que cura, esa agua agitada por el Ángel del Señor, tiene fe y sabe que de esta manera será curado. Y vemos que es perseverante, espera, está ya 38 años.
El Señor le pregunta: ¿Quieres quedar sano? Tiene esa necesidad, lleva muchos años enfermo, y por la respuesta que le da al Señor, vemos que ha intentado muchas veces, por lo tanto quiere, y este es un paso importante para curarse.
Más tarde el Señor le dice algo interesante, que nos da una luz quizá sobre el tipo de enfermedad que este hombre tenía, le dice Jesús: "Mira has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor". Hablamos posiblemente de una enfermedad espiritual de fondo. Este tipo de enfermedad es de las más difíciles de reconocer, las espirituales, las físicas se ven, las otras no, por las físicas te puedes quedar paralítico, por las espirituales te vas secando interiormente, o se manifiestan en dejadeces, mediocridades, una vida sin sentido, pobre al interior.
Esta lectura nos da muchas luces para tener una mirada espiritual frente a nuestras enfermedades, que son desde físicas a espirituales, muchas de ellas son espirituales, no las vemos, están allí con nosotros años, y nos tienen postrados y no sabemos que son, pensamos que las cura el hombre cuando el médico de esas enfermedades es otro, es el Señor Jesús.
El hombre del que Juan nos cuenta, llevaba 38 años enfermo, mucho tiempo esperando porque, por los datos, era un paralítico, necesitaba de otros que lo ayuden a llegar a la piscina. Es interesante ver que era una persona muy consciente de su enfermedad y que para él su esperanza estaba puesta en esta piscina de la que probablemente le habían hablado en algún momento y que ya además, por el tiempo que tenía yendo, había visto algunas curaciones.
Se sabe enfermo este hombre que acude a la piscina, va en busca de esa agua que cura, esa agua agitada por el Ángel del Señor, tiene fe y sabe que de esta manera será curado. Y vemos que es perseverante, espera, está ya 38 años.
El Señor le pregunta: ¿Quieres quedar sano? Tiene esa necesidad, lleva muchos años enfermo, y por la respuesta que le da al Señor, vemos que ha intentado muchas veces, por lo tanto quiere, y este es un paso importante para curarse.
Más tarde el Señor le dice algo interesante, que nos da una luz quizá sobre el tipo de enfermedad que este hombre tenía, le dice Jesús: "Mira has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor". Hablamos posiblemente de una enfermedad espiritual de fondo. Este tipo de enfermedad es de las más difíciles de reconocer, las espirituales, las físicas se ven, las otras no, por las físicas te puedes quedar paralítico, por las espirituales te vas secando interiormente, o se manifiestan en dejadeces, mediocridades, una vida sin sentido, pobre al interior.
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