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Los frutos de estar con el Señor

La primera lectura que la liturgia nos propone hoy con el profeta Oseas (Os 14, 2-10) nos muestra algunos frutos que ganan los que están con el Señor, aquellos que caminan por sus caminos. Veámoslos...



«5 — Yo sanaré su infidelidad, los amaré graciosamente; pues mi cólera se ha apartado de él, 6 seré como rocío para Israel: él florecerá como el lirio, y hundirá sus raíces como el Líbano. 7 Sus ramas se desplegarán, como el del olivo será su esplendor, y su fragancia como la del Líbano. 8 Volverán a sentarse a mi sombra; harán crecer el trigo, florecerán como la vid, su renombre será como el del vino del Líbano».
Nos muestra el Señor que al convertirnos a él, esto es al estar caminando con él, es decir estarnos con él en todo momento de nuestros días, es él quien sana nuestras infidelidades, dice otra traducción quien cura nuestros extravíos. Por que nadie probablemente, puede decir que no las tiene, el Señor nos conoce, sabe de nuestras limitaciones, nuestras fragilidades, sabe de nuestro esfuerzo por tratar de vencer las dificultades y combatir con las insidias del enemigo en este camino. Por eso él quiere venir a sanarnos, a curarnos.

En esta experiencia de ser sanados por él, curados y amados es que florecemos, nuestras raíces comienzan a hundirse y crecen y se fortalecen, nuestras ramas se despliegan, pues cuando estamos a la sombra del Señor, él nos hace crecer, él nos cuida.

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