Debemos valorar el galardón de una Vida Intachable
"Así piensan los malvados, y se engañan, porque los ciega su maldad; no conocen los secretos de Dios, no esperan el premio de la virtud ni valoran el galardón de una vida intachable". Señala la lectura tomada del libro de Sabiduría que hoy meditamos. De aquí resulta interesante poner la mirada en dos sentencias referidas a los malvados, primera "no esperan el premio de la virtud" y segunda "no valoran el galardón de una vida intachable".
"...no esperan el premio de la virtud"
El diccionario de la RAE define virtud como "hábito de obrar bien, independientemente de los preceptos de la ley, por sola la bondad de la operación y conformidad con la razón natural". Y en el Catecismo de la Iglesia Católica encontramos que "es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas".
En el numeral 1804 el Catecismo desarrolla las virtudes humanas explicando que "son actitudes firmes, disposiciones estables, perfecciones habituales del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón y la fe. Proporcionan facilidad, dominio y gozo para llevar una vida moralmente buena. El hombre virtuoso es el que practica libremente el bien. Las virtudes morales se adquieren mediante las fuerzas humanas. Son los frutos y los gérmenes de los actos moralmente buenos. Disponen todas las potencias del ser humano para armonizarse con el amor divino".
En la cita que meditamos vemos que los malvados no esperan nada de esto, porque no tienen su mirada puesta en esta meta como horizonte de vida. No conocen lo que es la virtud, por eso que no se enamora de esta noble tarea, no la esperan en su vida, no se la plantean como algo que deben alcanzar.
"...no valoran el galardón de una vida intachable"
La práctica de la Virtud, el esfuerzo cotidiano por obtenerla nos lleva a una vida intachable, y probablemente en la sociedad de hoy no hay personas que sean modelos de esfuerzo por llevar una vida intachable. El mundo necesita de personas que sean modelos, luz para erradicar las tinieblas y que ayuden a otros a valorar el galardón de la Vida Eterna, para que de esta manera tengamos todos la mirada puesta en el Reino de los Cielos, la tierra prometida que el Señor Jesús nos ha prometido.
"...no esperan el premio de la virtud"
El diccionario de la RAE define virtud como "hábito de obrar bien, independientemente de los preceptos de la ley, por sola la bondad de la operación y conformidad con la razón natural". Y en el Catecismo de la Iglesia Católica encontramos que "es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas".
En el numeral 1804 el Catecismo desarrolla las virtudes humanas explicando que "son actitudes firmes, disposiciones estables, perfecciones habituales del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón y la fe. Proporcionan facilidad, dominio y gozo para llevar una vida moralmente buena. El hombre virtuoso es el que practica libremente el bien. Las virtudes morales se adquieren mediante las fuerzas humanas. Son los frutos y los gérmenes de los actos moralmente buenos. Disponen todas las potencias del ser humano para armonizarse con el amor divino".
En la cita que meditamos vemos que los malvados no esperan nada de esto, porque no tienen su mirada puesta en esta meta como horizonte de vida. No conocen lo que es la virtud, por eso que no se enamora de esta noble tarea, no la esperan en su vida, no se la plantean como algo que deben alcanzar.
"...no valoran el galardón de una vida intachable"
La práctica de la Virtud, el esfuerzo cotidiano por obtenerla nos lleva a una vida intachable, y probablemente en la sociedad de hoy no hay personas que sean modelos de esfuerzo por llevar una vida intachable. El mundo necesita de personas que sean modelos, luz para erradicar las tinieblas y que ayuden a otros a valorar el galardón de la Vida Eterna, para que de esta manera tengamos todos la mirada puesta en el Reino de los Cielos, la tierra prometida que el Señor Jesús nos ha prometido.
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