En la tristeza y en la angustia el Señor nos salva

Cada día que pasa descubrimos que un día tiene sus propios afanes, descubrimos que hay problemas, dificultades, obstáculos, descubrimos también tentaciones, ataques cuando uno ha hecho la opción de un estilo de vida cristiano y mientras uno más se compromete más difícil a veces se pone la vida, en fin, esta segunda y tercera estrofa del salmo que nos presenta la liturgia de la Palabra de hoy (149, 1-9) nos ayuda a ver que el Señor verdaderamente interviene y está presente en estos momentos cuando nosotros de corazón y con fe, en la oración personal, lo invocamos.
Me envolvían redes de muerte,
   me alcanzaron los lazos del abismo,
   caí en tristeza y en angustia.
   Invoqué el nombre del Señor:
   “Señor, salva mi vida”. 
El Señor es benigno y justo,
   nuestro Dios es compasivo;
   el Señor guarda a los sencillos:
   estando yo sin fuerzas, me salvó.
Mucha gente hoy cae en tristeza y angustia ante los embates de cada día, ante los problemas y dificultades de la vida y muchas veces se quedan callados, viven esto en la soledad de sus días, no comparten, no hay el hábito de compartir, menos acuden a Dios, en este panorama la desesperanza crece, el salmo que meditamos nos demuestra que al invocar el nombre del Señor, pidiendo su auxilio él nos guarda, y estando ya sin fuerzas nos salva, nos sostiene.

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