Lo que ganamos al meditar la Palabra de Dios

El salmo que meditamos en la liturgia de hoy nos plantea algunos de los frutos que alcanzamos cuando meditamos la Palabra de Dios constantemente.
Salmo Responsorial: 118
"¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!" 
¡Cuánto amo tu voluntad!: / todo el día estoy meditando. R.
Tu mandato me hace más sabio que mis enemigos, / siempre me acompaña. R.
Soy más docto que todos mis maestros, / porque medito tus preceptos. R.
Soy más sagaz que los ancianos, / porque cumplo tus leyes. R.
Aparto mi pie de toda senda mala, / para guardar tu palabra. R.
No me aparto de tus mandamientos, / porque tú me has instruido. R.
Nos hace más sabios, doctos y sagaces nos dice esta parte del salmo 118. Recurriendo al diccionario nos encontraremos con algunos significados sobre estas palabras que nos ayudarán a entender un poco más estos frutos que nos da la meditación de las leyes del Señor, de sus preceptos y mandatos que los encontramos en su Palabra, en la Sagrada Escritura. Veamos, sabios porque nos permite alcanzar un grado más alto del conocimiento, nos hace actuar con una conducta prudente en la vida. Docto es aquél que a fuerza de estudios ha adquirido más conocimientos que los comunes u ordinarios. Y finalmente sagaz hace referencia a una persona astuta y prudente.

Debemos entender que cuando meditamos en la Sagrada Escritura aprendemos estas actitudes, pues al rumiarlas estamos interiorizando y así estamos más abiertos, como la Virgen María, a cumplir con la voluntad de Dios, con el Plan que el tiene para cada uno de nosotros que no busca sino nuestra felicidad, este ejercicio nos llevará a pronunciar como el salmista "¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!"

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