El hombre de hoy que hace oración y que reza y medita la Palabra de Dios está invitado a enseñarla a los demás, no quedársela para sí mismo, sino compartirla, pues esta Palabra que está en la Sagrada Escritura nos da sabiduría, nos enseña a proceder rectamente en cada una de las cosas que cada día debemos hacer. Cada mandato del Señor, nos dice el Evangelio, hay que enseñarlo como es y sin saltarnos uno de los preceptos "menos importantes". Nosotros experimentamos la sabiduría que nos da la meditación de la Sagrada Escritura, con esta consciencia es que debemos enseñar a los demás lo que Dios nos enseña y decir como Moisés "yo os enseño los mandatos y decretos que me mandó el Señor". Cumplir y enseñar su Palabra es lo que el Señor nos pide.
" Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso... Con la medida que midáis, se os medirá " (Lc 6,36.38). Estas palabras del Señor Jesús nos tocan profundamente. ¿Cuántas veces nos hemos encontrado midiendo nuestra compasión, calculando nuestro perdón, racionando nuestro amor? En este pasaje, Él nos invita a un ejercicio de conversión: aprender a amar como ama el Padre . Entre dos medidas: la humana y la divina Nuestra naturaleza humana tiende a calcular, a medir, a sopesar el dar y el recibir. Es muy comprensible: buscamos protegernos, queremos asegurar cierta reciprocidad. Pero Jesús nos presenta una medida diferente: la medida desbordante del amor divino. La misericordia de Dios no conoce límites, no lleva cuentas, no guarda registro de los agravios . Difícil ¿no? El desafío de la misericordia sin límites ¿Cómo amar a quien nos ha herido? ¿Cómo perdonar lo que parece imperdonable? La lógica humana nos empuja hacia la retribución, pero el Evangelio nos lla...
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