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Corazón contrito y espíritu humillado

Hoy nos encontramos en la primera lectura con una oración de Azarías en el libro de Daniel, él, de pie en medio del fuego tomo la palabra y oró, en esta oración le pide al Señor que no los abandone, que no anule su alianza, que no aparte su misericordia de ellos, recordándole el amor a Abraham, a Isaac y a Israel. Luego reza Azarías: "Hemos llegado a ser pequeños en todas las naciones, y  hoy somos humillados en toda la tierra a causa de nuestros pecados".

Así pues lo somos nosotros también en este tiempo, humillados a causa de nuestros propios pecados, pero en la continuación de la plegaria nos topamos con una clave "que nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humillado nos hagan aceptables..." Ante el Señor en este tiempo de cuaresma debemos tener el corazón contrito, adolorido,con pesar por nuestras ofensas hechas a Dios, arrepentido por los pecados que cometemos y vivir en todo lo que hacemos con un espíritu humillado, es decir -en esto segundo- que en todo lo que hagamos actuemos con mucha humildad, auténticos con nosotros mismos, somos frágiles, hemos caídos, no vivamos con un espíritu altanero, con soberbia, con actos individualistas, mirando la viga en otros sin ver la que tenemos, hemos pecado y el Señor nos ha perdonado, debemos vivir la misericordia con los demás, hemos sido perdonados y salvados.

Esta actitud, como lo dice también Azarías en su oración, nos llevará a seguir al Señor de todo corazón, temerlo y buscar siempre su rostro. Es decir con todas las fuerzas de nuestro corazón, con todo empeño y esfuerzo, vivir el santo temor de Dios y en cada una de las cosas que hacemos buscar el rostro de Cristo para atenderlo e ir a su encuentro constantemente.

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