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Actuemos siempre con justicia

Hoy la liturgia nos ofrece unas lecturas que nos instruyen para poder ser de los llamados "Benditos", como señala el Evangelio, y así poder entrar al Reino de los Cielos.

"Ustedes serán santos, porque yo, el Señor, su Dios, soy Santo". Le primera lectura del libro de levítico nos marca este horizonte, seremos santos, porque el que nos ha llamado e invitado a vivir la verdadera vida es santo, y si queremos ir en camino hacia esta meta debemos considerar algunos esfuerzos que son parte de nuestra naturaleza, que por ejemplo están comprendidos por la caridad, la justicia, el bien.

Realizar dichos esfuerzos es algo para lo que el hombre ha sido hecho, tendemos hacia esto. Es necesario comprender esto en primer lugar porque no es que el Señor nos imponga algo que sea difícil, no nos impone cosas irrealizables, sino nos invita a vivir auténticamente como quienes somos, personas humanas, sus hijos.

Así, en la primera lectura, nos invita a:
  • No mentir, no robar, no engañarnos entre nosotros.
  • No jurar en falso su nombre.
  • No explotar a los demás, no despojarlos.
  • No maldecir a los demás.
  • No actuar con injusticia al dictar una sentencia.
  • Juzgar a los demás con justicia.
  • No andar con cuentos de aquí para allá, ni declarar en falso contra la vida de los demás.
  • No odiar de corazón.
  • Reprender al pariente para no cargar con su pecado.
  • No vengarse no guardar rencor a los parientes.
  • Amar al prójimo como a uno mismo.
Podríamos esforzarnos en este tiempo de cuaresma en particular por vivir estas buenas acciones que podrían comprenderse dentro de la justicia y caridad. Para esto es necesario conocer bien lo que queremos vivir. Enfoquemos hoy nuestro esfuerzo en vivir la primera, la justicia con los demás, que comenzará porsupuesto por practicarla con nosotros mismos.

Dice el Catecismo:
1807 La justicia es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido. La justicia para con Dios es llamada “la virtud de la religión”. Para con los hombres, la justicia dispone a respetar los derechos de cada uno y a establecer en las relaciones humanas la armonía que promueve la equidad respecto a las personas y al bien común. El hombre justo, evocado con frecuencia en las Sagradas Escrituras, se distingue por la rectitud habitual de sus pensamientos y de su conducta con el prójimo. “Siendo juez no hagas injusticia, ni por favor del pobre, ni por respeto al grande: con justicia juzgarás a tu prójimo” (Lv 19, 15). “Amos, dad a vuestros esclavos lo que es justo y equitativo, teniendo presente que también vosotros tenéis un Amo en el cielo” (Col 4, 1).
Sin tener que llevar esto a acciones muy lejanas a nosotros, pensemos en las muchas veces que somos fáciles de caer en pensamientos injustos hacia los demás, somos ligeros en formular una opinión sin conocer bien la realidad. Quizá éste sea un ámbito en el que podemos poner nuestros esfuerzos iniciales, no juzgar mal a los demás, como dirá en la lectura que meditamos "Juzgar a los demás con justicia".


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