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Nuestro auxilio es el Señor...


“Siendo un muchacho mató a un gigante”, dice, sobre David, la primera lectura  de hoy (Eclo 47, 2-13), esto lo pudo hacer porque en el momento él invocó al Dios Altísimo, quien hizo fuerte su diestra para eliminar al poderoso guerrero y restaurar el honor de su pueblo.

Bien insertos por el bautismo en la misión que nos encomienda Cristo, esforzándonos por cumplir con el Plan que tiene para cada uno de nosotros, cada día trae sus propios afanes, a veces con obstáculos pequeños y otras con gigantes, y no pocas veces nos vemos como unos muchachos y repetimos aquello de Jeremías “es que soy un muchacho” y el Señor, estando en oración, rápidamente nos responde, “no digas soy un muchacho”.

El paso importante que debemos hacer en esas circunstancias nos lo señala la lectura que vamos meditando: David, invocó al Dios Altísimo, y como respuesta a su oración es Dios que hace fuerte su diestra para derrotar al Gigante Goliat. En todo momento está el Señor, esperando de nuestra súplica, de nuestra petición y pronto vendrá en nuestro auxilio.

Sean obstáculos pequeños o gigantes, como vemos en esta lectura, él acude con prontitud, no abandona a sus hijos.

En la segunda parte de la lectura el autor destaca que David “de todas sus empresas daba gracias, alabando la gloria del Dios Altísimo; de todo corazón amó a su Creador, entonando salmos cada día”.

Por su propio peso cae lo que debemos hacer después de una súplica al Señor, “dar gracias”, agradecer por la empresa en la que hemos salido victoriosos por su auxilio, agradecer al Señor con actos según nuestros dones. David lo hacía con la música, alababa a Dios de todo corazón, entonaba salmos, compuso música de acompañamiento para servicio del altar, llenó de cánticos el Santuario.

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