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Dios llama a la conversión: "Levántate y predícale"



El Señor le dice a Jonás: "Levántate... y predícale el mensaje que te digo". Este mandato no es solo para el profeta, sino que resuena hoy en cada uno de nosotros. Jonás fue enviado a Nínive con una misión clara: anunciar la conversión y advertir que, si no cambiaban de vida, la ciudad sería destruida en cuarenta días.

La urgencia de este mensaje sigue vigente. También nosotros estamos llamados a escuchar la voz de Dios y responder con un corazón dispuesto al cambio.

La Cuaresma: un tiempo de renovación espiritual

La Cuaresma es mucho más que un período litúrgico; es un gran retiro espiritual que la Iglesia nos ofrece para revisar nuestra vida y encaminarnos hacia la conversión. Este tiempo nos invita a transformar nuestra mente, nuestro corazón y nuestras acciones.

Convertirse implica estar atentos a la Palabra de Dios que la liturgia nos propone cada día. No basta con escucharla superficialmente, sino que debemos permitir que ella nos cuestione y nos confronte con la verdad, iluminando nuestra vida con la luz de Cristo.

Este es el momento ideal para trabajar en serio por nuestra conversión. Solo así podremos impactar positivamente el mundo que nos rodea y contribuir a la revolución del amor en nuestra sociedad.

La urgencia de predicar la conversión en nuestro tiempo

El Señor necesita discípulos dispuestos a anunciar su mensaje de salvación. "Levántate y predícale", nos dice también a nosotros. No es una misión exclusiva de los sacerdotes o religiosos; todos los bautizados estamos llamados a ser apóstoles en nuestro entorno.

Predicar la conversión no significa solo hablar de ella, sino vivirla. Nuestra vida debe ser un testimonio vivo de que el cambio es posible y que seguir a Cristo nos transforma y nos llena de plenitud.

Los demás deben ver en nosotros que lo que predicamos es real y que vale la pena entregarse a Dios. Solo así podremos inspirar a otros a caminar en este proceso.

Dios ve nuestras obras y espera nuestra conversión

"Y vio Dios..." Nos dice la Escritura. Después de la predicación de Jonás, los ninivitas escucharon el mensaje, se arrepintieron y cambiaron su modo de vivir. Entonces Dios, en su infinita misericordia, se compadeció de ellos y no ejecutó la catástrofe anunciada.

Dios también está atento a nuestra respuesta. Él nos llama constantemente a la conversión y espera que volvamos a Él con sinceridad de corazón.

Aprovechemos este tiempo para crecer en nuestra relación con Dios. Hablemos con Él en la oración, escuchemos su voz en la Sagrada Escritura, dejemos que nos guíe y transformemos nuestra vida según su voluntad. Al final, Él sabe lo que realmente nos hace felices y eso es lo que nos ofrece.


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