Cuando uno grita, en medio de la angustia, el Señor escucha y responde

Cuando estamos atravesando por momentos de angustia, de no encontrar salida, de no ver claramente como otros quizá una luz en nuestra vida, son circunstancias en las que sencillamente caminar cuesta más, nuestros pies se hacen más pesados y dar cada paso es doloroso. Como pan de cada día, tenemos problemas que no sabemos como enfrentarlos, no sabemos cómo darles solución, tampoco queda claro a quien acudir, a veces no hay ese "a quién". Cuando para otros la cosa va bien, para nosotros el horizonte está nublado.

El Salmo que la liturgia nos propone hoy es muy iluminador en medio de este panorama muchas veces oscuro, descrito en el párrafo anterior. Ya en la primera estrofa dice el salmista: "Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias". Y es que quizá para el mismo cristiano ante esos problemas en los que no encontramos salida, se hace la cosa muy difícil, a pesar de conocer a Aquél que es nuestra Esperanza.

Y es que si  no permitimos que el Señor Jesús esté en nosotros, con nosotros, que participe en todo lo que nos pasa cada día, es difícil que veamos la Esperanza. "Yo consulté al Señor" dice el salmista. Yo consulté es estar con el Señor al costado, decirle siempre las cosas, contarle lo que vive, desde lo más sencillo hasta lo más hondo, en esto está todo lo que forma parte de nuestra vida y por supuesto también nuestras angustias, que son el sudor de asumir y enfrentar la vida, no encontramos angustias, ni aflicciones cuando evitamos las consecuencias del verdadero amor.

Dice también el salmo: "si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias". Más adelante ha y una frase hermosa que sustenta esto: "Los ojos del Señor miran a los justos, sus oídos escuchan sus gritos". Ésa es la grandeza de nuestro Padre que está en los cielos, no se desentiende de nosotros y gracias al Hijo, que por él hemos conocido al Padre y nos entendemos como hijos, el Hijo de Dios nos ha enseñado a ser hijos, a poder decir nosotros con cariño también "Abba" "papito".

"Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias". Gritemos al cielo, recemos, vayamos a visitar al Señor al Santísimo y cultivemos una buena relación con él en donde por un buen rato conversemos con él, como lo hacemos con un buen amigo, que nos escucha y pronto nos responde. El Señor nos escucha, tenemos que contarle las cosas que nos cuestan, nuestras dificultades.

"Contémplenlo y quedarán radiantes". En los rostros humanos se ve el reflejo de aquél que ha conversado con Dios, de aquél que tiene puesta la confianza en el Señor, como una oveja tranquila caminará por el pasto confiando en el cuidado amoroso de su Buen Pastor.

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