Tiempo de transformación de la mente, renovación del corazón y ejercicio del silencio en la acción.

Hoy la liturgia que nos propone la Iglesia en el inicio de la Cuaresma, con la Celebración del Miércoles de Ceniza, nos invita a realizar en este tiempo un fuerte trabajo interior, de conversión, un trabajo de transformación de la mente, extirpar criterios malos y remplazarlos por los nuevos, los de Cristo; de esfuerzos por renovar el corazón y ejercicios de silencio en la acción.

«Conviértanse al Señor» (En la primera lectura)

 En primer lugar, recibimos hoy un llamado a convertirnos, esta conversión no se da por sí sola con tan sólo pedirla, necesita y exige de la colaboración de cada uno de nosotros, y probablemente ese esfuerzo por convertirnos en este tiempo sea algo exigente.

San Pablo en la segunda lectura nos dice: "En nombre de Cristo les pedimos que se reconcilien con Dios". Como él mismo le dice a los corintios, recordándoles lo que Dios dice "En tiempo favorable te escuché, en días de salvación vine en tu ayuda", éste es pues el tiempo en que debemos poner todo nuestro esfuerzo, pues el Señor está con nosotros, él nos acompaña, él viene en nuestra ayuda para convertirnos, escuchará nuestra súplica, por esto es importante también estar atentos a su Palabra.

Comencemos pues nuestros ejercicios para convertirnos.

«Yo reconozco mi culpa» (En el Salmo)

"Tengo siempre presente mi pecado" dice el salmo que hoy meditamos, pidiendo al Señor "misericordia, porque hemos pecado". Al reconocer su culpa y tener siempre presente su pecado, uno hace un constante esfuerzo a nivel de la mente, de ejercicio de conciencia sobre nuestros actos, buscando acudir al Señor para que nos ayude a transformar todo aquello que descubrimos está mal.

El ejercicio del "examen de conciencia" nos ayudará en este tiempo de cuaresma a examinarnos en aquellas cosas que nos propongamos cambiar, hay criterios errados, equivocados que nos llevan a cometer malas acciones, son pues las que debemos despojar de nosotros para revestirnos de los pensamientos buenos, de aquellos que Cristo nos ha enseñado.

«Desgarrad vuestro corazón» (en la primera lectura)

No las vestiduras, sino los corazones, debemos rasgarlos nos dice la primera lectura tomada del libro de Joel. Este desgarrad es una invitación a introducirnos hasta lo más profundo de nuestro corazón, sondearlo a los ojos de Dios, porque él también nos sondea, revisar nuestros afectos, ¿A qué está aferrado mi corazón? ¿A cosas del mundo? Ya encontrábamos en la primera lectura de ayer, que el que quiere ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios, por lo tanto se aleja de él.

"Oh Dios, crea en mí un corazón puro", reza el salmo de hoy, pidiendo al Señor que renueve nuestro corazón. Éste es el ejercicio que debemos realizar en esta dimensión, se trata de renovar nuestros afectos, ordenarlos a los del Señor. Aferrarnos a buen árbol. Él nos ayudará a tener un corazón puro, alejado de las malas intenciones, sentimientos, pasiones, afectos, que son del mundo, y nos dará la pureza que viene de él.

Pero en este tiempo debemos entrar a fondo, iluminar todo con la luz de Cristo, ordenar todo en nuestro corazón implicará un trabajo exigente de oración muy cerca del Señor, momentos ante él oculto en el Sagrario o expuesto ante nuestros ojos en las horas santas, oración. Como lo hizo con Juan, el discípulo amado, nos acercará a su pecho para escuchar el latido de su corazón ayudando a que el nuestro vaya al ritmo del suyo.

«Tengan cuidado de no practicar las buenas obras delante de los hombres para ser vistos por ellos» (En el Evangelio)

Bien claro nos habla el Señor sobre lo que debemos vivir en este tiempo de cuaresma en el que la Iglesia nos invita a esforzarnos por convertirnos junto con algunos actos concretos que nos ayudarán, ubicados en el Ayuno, la Limosna y la Oración.

El Papa Benedicto XVI nos da algunos alcances breves que nos explican bien lo que significa cada una de estas expresiones del compromiso de la conversión, como el mismo las llama.

Sobre el Ayuno dice: "más pobre nuestra mesa aprendemos a superar el egoísmo para vivir en la lógica del don y del amor; soportando la privación de alguna cosa —y no sólo de lo superfluo— aprendemos a apartar la mirada de nuestro «yo», para descubrir a Alguien a nuestro lado y reconocer a Dios en los rostros de tantos de nuestros hermanos".

Sobre la Limosna: "En nuestro camino también nos encontramos ante la tentación del tener, de la avidez de dinero, que insidia el primado de Dios en nuestra vida. El afán de poseer provoca violencia, prevaricación y muerte; por esto la Iglesia, especialmente en el tiempo cuaresmal, recuerda la práctica de la limosna, es decir, la capacidad de compartir".

Sobre la Oración: "En todo el período cuaresmal, la Iglesia nos ofrece con particular abundancia la Palabra de Dios. Meditándola e interiorizándola para vivirla diariamente, aprendemos una forma preciosa e insustituible de oración, porque la escucha atenta de Dios, que sigue hablando a nuestro corazón, alimenta el camino de fe que iniciamos en el día del Bautismo".

El Señor Jesús en el Evangelio de hoy, nos invita a vivir todo lo anterior, en silencio. Es decir haciendo un esfuerzo por realizar fielmente cada una de estas acciones sin buscar ser vistos por los demás.

Veamos lo que nos dice nuestro maestro, el Señor Jesús...
Ayuno"No pongan cara triste". "Cuando ayunes, perfúmate y lávate la cara, para que tu ayuno lo note no la gente, sino tu Padre, que está en lo secreto". 
Limosna"Cuando hagas limosna que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha". 
Oración"No sean como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente".
En silencio, así será mejor, sólo para Dios, por supuesto cada esfuerzo realizado tendrá un impacto en los demás, frutos que implican a los que están a nuestro alrededor, pero no buscaremos hacerlos para que se den cuenta que los hacemos, sino para que los vea el Señor y nos convierta.

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