Soportando las pruebas alcanzaremos la corona de la Vida

La lectura de la carta de Santiago nos viene acompañando en esta semana. 

Hoy meditaremos sobre dos ideas en las que la Palabra nos da luces para la vida cotidiana.

Dice la lectura, tomada de Santiago 1, 12-18:
«12 ¡Feliz el hombre que soporta la prueba! Superada la prueba, recibirá la corona de la vida que ha prometido el Señor a los que le aman. 13 Ninguno, cuando sea probado, diga: «Es Dios quien me prueba»; porque Dios ni es probado por el mal ni prueba a nadie. 14 Sino que cada uno es probado por su propia concupiscencia que le arrastra y le seduce. 15 Después la concupiscencia, cuando ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, una vez consumado, engendra la muerte. 16 No os engañéis, hermanos míos queridos: 17 toda dádiva buena y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra de rotación. 18 Nos engendró por su propia voluntad, con Palabra de verdad, para que fuésemos como las primicias de sus criaturas».
Vivir las pruebas

En los versículos anteriores dice Santiago que somos dichosos cuando nos vemos asediados por toda clase de pruebas, pues al poner a prueba nuestra fe aprenderemos a tener paciencia, y si somos perseverantes con esta paciencia obtendremos el premio, al que también San Pablo se refiere con la carrera bien corrida que obtiene la corona incorrupta.

En nuestra cita nos alienta a que habiendo soportado la prueba, después de haberla superado, recibiremos la corona de la vida que el Señor nos ha prometido a los que lo aman. Sabemos que la Vida Cristiana bien asumida, tiene momentos de dificultades, de pruebas, que las tenemos que enfrentar, con muchas de ellas no sabemos cómo, y a veces nos viene desánimos, pues Santiago menciona algo clave, la palabra soportar. Esta palabra significa: "Sostener o llevar sobre sí una carga o peso", es sinónimo de sufrir, aguantar.

Entendiendo este término nos ubicamos mejor, pues hay muchas situaciones en las que no hay otra cosa más que hacer que cargar, y caminar cargando el peso que nos ha sido dado, esto lleva consigo sufrimiento, ante el cual nos pide el Señor ser pacientes, aguantar, pues él, dice Santiago, a prometido la corona de la vida a los que le aman. Este amor, al que Santiago se refiere, debe verse reflejado en el preciso instante en el que cargamos el peso, es en donde se ofrece al Señor nuestro sufrimiento. Por esto tenemos que pasar, pero es distinto vivirlo sin un horizonte, sin esperanza en la corona de la vida a vivirlo mirando el Sol que ya vimos salir y ha sido ocultado por las nubes de lluvia.

¿Es Dios quien me prueba?

En los versículos del 13 al 15 nos responde el apóstol a esta interrogante. «13 Ninguno, cuando sea probado, diga: «Es Dios quien me prueba»; porque Dios ni es probado por el mal ni prueba a nadie. 14 Sino que cada uno es probado por su propia concupiscencia que le arrastra y le seduce. 15 Después la concupiscencia, cuando ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, una vez consumado, engendra la muerte».

Los actos pecaminosos que cometemos son fruto de una seducción y arrastre de nuestra concupiscencia, de nuestras malas acciones que fueron cometidos por nuestra concupiscencia (tendencia al mal, apetito desordenado por los placeres). Llevados al acto concreto del pecado "una vez consumado", hemos caminado y dado el paso hacia la muerte.


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