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Lecciones del apóstol Santiago para la vida cotidiana. Parte 2

Continuamos con la meditación... Ponemos más abajo la cita que estamos profundizando.

Lección 3: Eliminen toda inmundicia y abundancia del mal

Estamos en el mundo y debemos ser conscientes de la presencia del mal, fruto de nuestro pecado, ése mal que nos induce, nos seduce, muchas veces con intervención de nuestro hombre viejo o del maligno, a cometer actos pecaminosos, y aquí se encuentra nuestro combate en el día a día. Es aquí en donde debemos poner nuestro mayor empeño por eliminar toda inmundicia, entendiendo ésta como toda suciedad, impureza, deshonestidad.

En el contacto con el mundo nos encontramos cada día con la presencia del mal, debemos saber rechazar toda propuesta "atractiva" a nuestros ojos, a nuestros sentidos, no nos engañemos, nos hacemos daño. El combate se define cuando optamos por eliminar de nosotros toda la inmundicia que podamos encontrar, esto será exigente. Santiago es claro, dice eliminar. Hay cosas que sencillamente no son para nosotros. No nos manchemos las manos con la maldad de este mundo.

Lección 4: Recibir con docilidad la Palabra

Ésta, la Palabra de Dios, tiene la capacidad de salvarnos, dice el apóstol que no sólo debemos limitarnos a escucharla, como hacemos cuando asistimos a la Misa, o como cuando la meditamos, sino, debemos esforzarnos por llevarla a la práctica, haciendo esto encontramos la alegría al vernos caminando seguros hacia buen destino, nos veremos bien orientados, pues estamos bien guiados. Por esto debemos recibir la Palabra con docilidad.

(*) Lectura tomada de la carta del apóstol Santiago
Sant 1, 19-27
19 Tenedlo presente, hermanos míos queridos: Que cada uno sea diligente para escuchar y tardo para hablar, tardo para la ira. 20 Porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. 21 Por eso, desechad toda inmundicia y abundancia de mal y recibid con docilidad la Palabra sembrada en vosotros, que es capaz de salvar vuestras almas. 22 Poned por obra la Palabra y no os contentéis sólo con oírla, engañándoos a vosotros mismos. 23 Porque si alguno se contenta con oír la Palabra sin ponerla por obra, ése se parece al que contempla su imagen en un espejo: 24 se contempla, pero, en yéndose, se olvida de cómo es. 25 En cambio el que considera atentamente la Ley perfecta de la libertad y se mantiene firme, no como oyente olvidadizo sino como cumplidor de ella, ése, practicándola, será feliz. 26 Si alguno se cree religioso, pero no pone freno a su lengua, sino que engaña a su propio corazón, su religión es vana. 27 La religión pura e intachable ante Dios Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación y conservarse incontaminado del mundo.

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