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Cuidemos nuestro traje de fiesta

A cada uno de sus hijos, es decir a nosotros, Dios nos ha enviado con un traje de fiesta, y estamos caminando con ese traje, se trata de un buen traje, con él seremos identificados para entrar a la fiesta. Me refiero por su puesto, a la fiesta a la que convoca el rey del que habla el Señor Jesús en la parábola de hoy en la lectura del Evangelio.

Nos dice el Señor que luego que el rey viera que la boda estaba lista y no había invitados, mandó a los sirvientes a los cruces de los caminos para invitar a todos los que encuentren, así lo hicieron, fueron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. Entonces cuando entró a la sala del banquete, vio que estaba llena de invitados, y entre ellos se dio cuenta que había algunos que no llevaban el traje de fiesta, a esos los arrojó de la fiesta.

Con ese traje que Dios nos ha dado, estamos caminando, el asunto es que en el camino hay muchas oportunidades y ocasiones para ensuciarlo y cuando perdemos de vista que el traje es para una fiesta grande a la que caminamos, justamente dejamos que se ensucie, distraídos, hacemos otras cosas y no lo que debemos hacer, el traje se rompe, a veces hasta lo vendemos por baratijas, por disfrutar de placeres, entonces perdemos el traje y luego cuando lleguemos al final del camino, entrando a la fiesta a la que hemos sido convocados ¿qué diremos? nos ha quedado claro, si no tenemos el traje de fiesta seremos expulsados, no entraremos.

Cuidemos nuestro traje de fiesta, hagamos esfuerzos concretos cada día, hoy, para no mancharlo, para seguir con él, para llegar a la celebración con un traje limpio, blanco, puro. Si nos esforzamos lo haremos, pues recordemos que en ese camino el Señor va caminando con nosotros para ayudarnos.

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