Ir al contenido principal

Dos acciones y dos actitudes para entrar al Reino de los Cielos

El Evangelio de hoy nos da algunas lecciones sobre cómo es esto de el Reino de los Cielos que tantas veces escuchamos. Los invito a leer antes la cita de San Mateo, antes de continuar. Entonces el Señor comienza diciendo que el Reino de los Cielos se parecerá a diez muchachas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al novio. Antes de continuar es bueno destacar en esta línea dos acciones, primero "tomaron sus lámparas" y segundo "salieron a esperar", pues en esto el Señor ya nos va describiendo algunas actitudes que debemos aprender.

La lámpara y la espera, salir al encuentro
La lámpara es un instrumento que sirve para iluminar en la oscuridad, en la noche, para que esto suceda debe seguirse una preparación, es decir, debe tener aceite, la mecha debe estar limpia, empapada de aceite para que pueda encender, y luego con el fuego esta enciende e ilumina. El Señor usa la figura de una lámpara como un instrumento necesario para que las vírgenes que esperaban al novio iluminen su espera, pues esto es señal de estar alertas, vigilantes, por lo tanto implica prevenir que el aceite sea el suficiente. San Agustín nos ayuda a dar una mirada a esta parte diciendo que "también las lámparas que llevan en las manos son las buenas obras; pues escrito está en San Mateo: brillen vuestras obras delante de los hombres ( Mt 5,16)." 
Y efectivamente las lámparas pueden hacer referencia también al fin que viene teniendo la vida que llevamos ¿obramos para iluminar? ¿o nos movemos en la oscuridad? Pero también menciona a la actitud de salir a esperar al novio, y es que caminar hacia el Reino de los Cielos implica buscar vivir la virtud de la esperanza, pues nuestra mirada debe estar puesta en esta meta, esperamos vivir eternamente, cuando la mirada se distrae dejamos de estar en esta sana tensión de espera y nos descuidamos. En otra traducción de la Biblia nos topamos con las palabras "salieron al encuentro del novio", éstas nos dan algunas luces, pues expresa que estamos caminando hacia un encuentro anhelado, queremos ir al encuentro con el novio, y esto nos impulsa a estar atentos a su llegada, nos lleva a esperar con la mirada fija en lo que es lo esencial.
Necias y prudentes
Luego la parábola del Evangelio que meditamos pasará a desarrollar estas actitudes mostrándonos dos tipos de personas, aquellas necias y las prudentes. Describen claramente también a comportamientos claros en el hombre y mujer de hoy en su respuesta a Dios, hay de los necios y necias y hay de los prudentes. En el catecismo encontramos en el número 1806 (ver) una explicación sobre la virtud de la prudencia, nos basta saber que  es "la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo". Y más bien la necedad es lo contrario, actúa con falta de razón, es terco y porfiado en lo que hace o dice. Las preguntas para buscar reflexionar más en nuestras acciones caen por su propio peso, basta examinar nuestros actos con ambas definiciones.
Entonces las prudentes están preparadas cuando el novio llega y son las que pasan con él, más las necias o imprudentes que no habían previsto se quedaron sin aceite fueron en busca de más y a su regreso la puerta para ingresar al banquete de bodas se había cerrado, llamaron más no entraron.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El hijo y el esclavo

Hoy escucharemos del Señor Jesús esta enseñanza «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres» (Jn 8, 31-32). En aquel diálogo le responden "nunca hemos sido esclavos de nadie ¿Cómo dices tú: Os haréis libres?".  Nuevamente vemos que no entienden al Maestro, son palabras que no son acogidas, que como él mismo dice más adelante su palabra no penetra en ellos. Vemos en esta primera enseñanza un presupuesto para ser discípulos del Señor Jesús, mantenernos fieles a su Palabra, perseverantes en la escucha, la acogida y la concresión. Pero como la Palabra del Señor no es acogida ellos reaccionan ante algo que les incomoda, que el Señor les haya dicho que la verdad que él trae les hará libres, por eso responden a eso, ante lo cual Jesús responde dejándonos una enseñanza sobre lo que significa ser hijos y por otro lado ser esclavos. Hoy responde en el evangelio: «Os aseguro que quien comete pecado es es...

El árbol plantado junto al agua, la figura del que confía en el Señor

"El que pone su confianza en el Señor, será como un árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces". Dice la primera lectura que nos propone hoy la liturgia y está tomada del libro de Jeremías  (Jer 17, 5-10).  En la lectura se presentan tres beneficios para el que practica esta confianza en el Señor. Es bendito. Recibe la bendición, pues el que, por el contrario, confía más en sí mismo, recibe la maldición porque ha apartado su corazón del Señor. El que pone su confianza en Dios recibe bendiciones , será bendito a los ojos de Dios. La lectura plantea una segunda figura: "cuando llega el calor no teme". Ante la intensidad de los rayos del sol, las hojas del árbol pueden comenzar a secarse, sin embargo el árbol plantado junto al agua no tiene por qué "preocuparse" pues aunque sea muy intenso el calor sus hojas estarán siempre verdes . La experiencia de aquél que está siempre junto al Señor será esta, no tiene de qué temer, pues aunque...

Las 3 preguntas y las 3 respuestas de Jesús a Pedro

"Le dice por tercera vez: «Simón de Juan, ¿me quieres?» Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas»." (Jn 21, 17) Este pasaje forma parte del evangelio de Jn 21, 15-19  en el cual encontramos las tres preguntas del Señor Jesús a Pedro y a su vez, las tres respuestas del Maestro.  Para entender a fondo la raíz de estas preguntas y respuestas nos viene perfecto dar una mirada a lo escrito por el papa Benedicto XVI al reflexionar sobre estas palabras. La primera vez, Jesús pregunta a Pedro: "Simón..., ¿me amas" (agapâs-me) con este amor total e incondicional? (cf. Jn 21, 15). Antes de la experiencia de la traición, el apóstol ciertamente habría dicho: "Te amo (agapô-se) incondicionalmente". Ahora que ha experimentado la amarga tristeza de la infidelidad, el drama de su propia debilidad, dice con humildad: "Señor, te quiero (...